lunes, octubre 30, 2006

Experimento IV

Esta semana tocó ir a la Walnut Community Church, la iglesia Comunitaria de la Castaña (nombre que en español inspira una sonrisilla). En los suburbios de Des Moines, Iowa, los domingos se rúne la familia espiritual.
Después de la ceremonia -una misa protestante con sermón del Pastor y banda de rock- asistimos al bautizo de seis nuevos Cristianos, que abrazaban por primera vez la fé en Dios y se comprometían a seguir a Jesús.
El Pastor estaba de pie en la tarima frente a todos nosotros y, de repente, se abrió el suelo. Desde cualquier sitio se podía seguir lo que pasaba, pues una pantalla gigante lo hacía visible para todos. Resultó que bajo la tarima se descubrió una mini-piscina.
Cada nuevo miembro nos habló de la salvación, del momento en que comprendieron a Dios y aceptaron a Jesús en su corazón. Señalaron de entre el público a las personas que les habían guiado en el camino hacia esta nueva familia. Uno tras otro y de uno en uno fueron metiendo el cuerpo entero en el agua, acompañados del mejor amigo, que les bendecía y les daba un buen chapuzón en medio de la iglesia.

Intransigencias de una despedida

Me puse el sombrero de vaquera de una fiesta pasada, caminando por el pasillo con la mochila a cuestas a las cuatro y treinta y poco de la madrugada. Me despedí feliz de haber estado y muy contenta de haber disfrutado.
Llegué al aeropuerto con mi billete electrónico. Aún de noche; y no me importó que me registraran tres veces en el detector de metales, no me importó descalzarme, ni que mirasen sospechosamente la placa de sheriff de mi sombrero. No me importó que me abriesen la mochila con guantes azules desinfectados, ni que la destripasen, que sacasen los pantalones de mi pijama, la ropa sucia y un par de calcetines aún sin usar.
Nada de eso me importó, pero sí que me quitasen y dispusieran del tarrito de mermelada de uva "echa en casa de sus padres, en North Dakota" que me regaló Matt Crummy en la fiesta de cowboys.

De tontos y entre amigos VII (From Iowa, with love, dedicado a Banana)

M: ¿Cómo se escribe aniversario en inglés?
K: Aniversari con dos enes.
P: Y con i-griega.
M: ¿Sabéis lo que os digo? Que paso de vosotras.

M: Oh, my Dios.

M: Eh, que me estás aplafando la cabeza.

P: No tenéis sensibilidad.
K: De ningún tipo.

P: Te voy a desamigar, ¿eh?

M: Ay, que se me cae la lentilla…es que sois más tontas.

M: No te sabes esta canción.
P: La sabe Ana.
M: Pero tú no.
P: Ya... no soy Ana, pero acéptame como soy.

M: Parecía tonta cuando la compramos- She looked silly when we bought her. (Intentado explicar dichos españoles a los Iowenses)

P: ¡Jaja! ¿Has dicho “aplafando”?
M: Es que no puedo estar pendiente de todo lo que digo porque hablo mucho.

(Después de la fiesta, a las 3 de la madrugada)
P: Y ahora Koala tiene que ponerse a escribir el artículo de las calabazas.

M: Somos reportistas, digo periodistas.

P: ¿En qué piensas?
M: En los exámenes.
P: Que aburridos tus pensamientos.

P: ¿Has perdido los pendientes!?
M: No, tranquila, solo uno. (Ah, bueno, entonces...)

K: Este abrigo me gusta mucho, pero me está un poco de pescar.

P: ¿Cómo se llama?
K: Yo qué sé... a voces cuando está lejos.

M: Los muy tontos nunca se despiden con kisses y amores. (De los americanos)

K: ¿Pero tienes que hacer eso con todos tus pelos?

P: Ya ha perdido el respeto. Bueno, la gracia, porque respeto nunca tuvo.

K: Ah, claro, y se me deshizo la nata.

M: No sois más tontas porque no sois más grandes.

M: Aquí son raros. No pisan el césped. (También de los americanos)

P: Ay, no me arrodilles la cabeza.

K: Que amigas más raras tengo.
P: ¿De cual de las dos hablas?

M: A mi es que eso de que no se quiera casar hasta el matrimonio...

K: Rápido, que tenemos fama de llegar tarde.
M: Pues hay que conservar la fama.

M: ¿Cómo traduces quinto pimiento? ¿Five Pepper o qué?

P: Cuando vuelva, que tengas ya todos los pelos en su sitio.

M: ¿Como puede ser esto tan caro? ¡Si lo tiras a la basura y se queda allí!

P: Cuantas tonterías decís…

M ¿Qué deporte es ese de las pelotas que lanzan? (Ay, pues no sé)

P: ¿Tienes frío o es tontería?

M: Nos he cortado la cabeza. ¿Nos he cortado la cabeza? Es que ya nos he cortado la cabeza tres veces.

M: Paloma tiene amigos raros. (Dijo mi amiga)

M: Tú tienes la cabeza muy pequeña.
P: Yo muy, muy.
M: ¿Y cuando te va a crecer?
P: Ah, pues si estás esperando...

P: Falta una banana.

M: ¿Tú no te has dormido?
P: No, me quedé despierta.
M: Siempre tiene que haber alguien haciendo el tonto.

K: Ella es la gallega española que está en Iowa.

M: Creo que me voy a quitar los tacones.
K: Entonces sí que estás enferma.

M: Me encanta como huele tu pasillo.
K: Vale.

M: Si os pasáis por Wisconsin, llamarme. (Si, si, igual me paso mañana)

K: Tienes los labios muy rojos.
P: Si, porque me pica la nariz.

M: A ti se te va la palabeza.

P: Anda, vete a Wisconsin.

K: Sí, lo dijo Master.
P: Ya, Master dice muchas cosas pero... (Pero...)

P: A ver. Este frío no es productivo. No sirve para nada.

M: ¿Y cómo se dice desgratificante en inglés?
P: Esa palabra no existe en español, así que no inventes.

M: Yo me voy a hacer un montón de americanos. (Se refería a créditos)

P: Esta dura es muy vida, digo, no.

M: Voy a dormir porque sino duermo mi mente no, no… mi mente empieza a hacer tonterías conmigo y yo con ella. (Queda comprobado pues, que durmió poco)

P: ¡Jaja! ¿Has dicho “palabeza”?
M: Paloma, cállate un poco.

M: Yo me ducho todos los días pero hoy no toca.

M: Paloma, deja ya de apuntar, c*ño.

P: Hace mucho frío. ¿Y qué se hace aquí fuera a las cinco de la mañana? Vete a tu casa y tápate con la sábana.

M: Esa no me la sé.
P: Pues sábetela.

K: Jei yú! Guat jápend?

M: Yo, por ejemplo, entre enfadarme contigo o con Paloma, me enfado contigo.

M: Estábamos hablando y de repente.. y de repente ¡me sacó la Biblia!

K: Ehh... ahí están la leche y la nevera.
P: ¿Eso significa “apáñatelas como puedas”?

M: How do you translate vuelta la burra al prao?

No importa donde estemos, no lo podemos remediar. Para la próxima, que esté “B” también.
Pos-data: Al final concluimos que vuelta la burra al prao sería: Go back the donkey to the country-side.

sábado, octubre 28, 2006

El estado del maíz

Dicen por ahí que Iowa es el segundo estado más aburrido de Estados Unidos (superado por Nebraska y seguido por Winsconsin), así que naturalmente fui a desmentirlo. La preguntas más sonadas al anunciar mi viaje eran porqué porqué vas allí para qué qué vas a hacer allí porqué. Preguntas que, claro, iban acompañadas con caras de asco y pena.

"Qué se me habrá perdido allí", diría una que yo sé. Que estoy como una cabra. Y al animarle a venir también, obtrendría un "Sí, menudo Iowa tengo encima."

Escribo, pues, desde el Mid-West, desde la América profunda -de esa con carreteras rectas interminables y campos a los lados, y camionetas conducidas por hombres rudos y con sombrero de Cowboy- aquí desde hace ya dos días y me quedan otros dos, y hasta ahora no he parado ni un minuto.

Para pasarlo bien en Iowa hay que "ser creativo," según un Iowense. Me reúno aquí con dos amigas nuevamente desde hacía meses, y el gusto es comprobar que nada entre nosotras ha cambiado, aunque ahora todas somos diferentes de cuando nos despedimos. Siendo así somos felices y el trío más divertido de todo el condado, desafiando la reputación de todo Iowa.


Eso sí, nos falta la cuarta parte del pastel.

miércoles, octubre 25, 2006

En las taquillas

Aguardaba la laaarga fila ansiosa de comprar las entradas. El gentío se oía desde la calle, todos querían. Yo seguía paciente en mi sitio, esperando el momento de tener ya los boletos en mis manos. Mientras, eché un vistazo a mi alrededor y descubrí que la mayoria de los que me rodeaban eran negros y mulatos. Jovenes con camisetas anchas, la gorra inclinada hacia un lado y pantalones zanguangones; Las chicas altas aún mas altas con sus tacones y mini faldas apesar del frio, con el pelo recogido en moños o en decenas de trencitas, dependiendo de la personalidad, y enormes colgantes dorados y anillos de los que deslumbran al ojo.

Qué bien, la diversidad. Así es Nueva York. Y por fin llegó mi turno. "Buenas tardes," empecé. Y la mujer de la taquillas me miró de arriba a abajo sin pronunciar palabra. Se quedó embobada mirandome y analizandome, y yo pensaba "¿Que tengo?"

Vaciló unos instantes "Eeeh..." Y por fin arrancó "¿Tú estás aquí con la Universidad Africano-Americana?"

Entonces comprendí la multitud que me rodeaba y su cara de desencaje. Estuve tentada a contestar que claro, ¿no me ve? Pero opté por un "No" divertido, y me mandó a hacer fila en la taquilla 14.

domingo, octubre 22, 2006

La batalla

Monté al vagón del tren con mi cuaderno bajo el brazo. Al mismo tiempo, subió una rubia con una libreta en la mano. Un segundo se cruzaron nuestras miradas y enseguida nos reconocimos como guerreras. Sentadas una frente a la otra, tomamos posiciones. Elegímos armas. Ella: hoja en blanco y tinta roja. Yo: pluma azul y papel de rayas. Se cerraron las puertas, y ella disparó primero.
Sentí el balazo al comprobar que alternaba su mirada entre mi cara y su papel. Me dibujaba. Y mi sangre corría roja clavando mi figura en su libreta. Dolía. Mi piel se despegaba de mi cuerpo y mi combatiente no sentía piedad, su bolígrafo incesante me impedía reaccionar. Contraataqué. De pronto destapé mi pluma y abrí el cuaderno impulsivamente. Escribía. Escribía. Y así absorbía con mi azúl el agua de su alma.
Seis paradas duró la batalla, y aquí entrego los restos que quedaron. Ella me quitó una capa de la piel y yo le arrebaté el color de sus ojos. Terminó la batalla, eso que nunca hubo guerra. Nunca enemiga, luché con (y no contra) mi aliada- ella en líneas curvas sombras luces y yo en letras puntos y comas.
Ambas luchamos y yo me guardo ahora un pedacito de esa extraña; que ella lleva en su libreta un trocito de mi.

martes, octubre 17, 2006

Colgada

Una vez más volaba, viajaba, volaba, una vez más en el cielo. Y es que todos vivimos bajo el mismo cielo, y para verte me encomiendo a él. Despegamos rumbo al destino de noche, y vi el tesoro del mundo desde el aire. Las joyas de luz brillando en formas de rascacielo. Surcando las nubes, cruzamos lo oscuro. Y la silueta de la ciudad aún parpadeaba en mi retina. Junté la cara contra la ventanita y coloqué mis manos alrededor de los ojos para evitar el reflejo artificial. Sorpresa. No todo era negro. Tan nítida que parecía sonreír, contemplé la Osa Mayor, tan linda que parecía estrella. Desde allí, tan lejos y tan cerca, hacía tanto tiempo... yo no estaba tumbada en la carretera del pueblo, ni era verano, ni había lluvia de estrellas. Pero la Osa me había seguido, me acompañaba en el viaje, y yo saludaba como al trineo de Papá Noel. Otra vez estaba allí arriba, colgada del cielo, volando como en los cuentos. Volar deseo, y escribo desde el suelo para volar en la tierra. Volar, viajar; si como dice quien yo conozco, me paso la vida con los pies colgando.

lunes, octubre 16, 2006

Fin de semana perfecto

Chicago es la ciudad del viento. Windy City, le llaman. Así que me cancelaron un vuelo y retrasaron el otro por fuertes ráfagas en el aeropuerto de destino. Ya en el aire el capitán nos advirtió: 6º C. También se conoce como Chi-town; ya era la una de la madrugada cuando llegué envuelta en capas y bufandas al hostal aquel. Me esperaba mi amiga.

Casa gris, tres pisos. Entré en la recepción. Las paredes rebosaban de recuerdos colgados, más bien olvidados. Discos de vinilo, un cartel de Sargent Pepper y otro de lo que el viento no se llevó. La cara de James Dean enmarcada y un Budda enojado. Una lámpara oscura, una fuente apagada y hortera, con muchos centavitos arrojados, pero por más que unos tiraban y otros deseaban, aquello seguía igual.

Me saludó el recepcionista, un mejicano de mi estatura que me dijo Jeló, cam in. En seguida una voz querida gritó mi nombre, el abrazo esperado, y luego una sonrisa nerviosa, mirada baja y encogida de hombros, “Es que... no tenemos habitación.”

¿Cómo?
Pero esta noche dormimos gratis en el lobby.
¿Cómo?

Giré alrededor, recorriendo con los ojos los siete u ocho sofás del aquel salón de techos bajos. Todos destripados, convertidos en sofá-camas. Varios grupos estaban en la misma situación. Me arrimé a nuestro territorio y saludé a los otros dos amigos. Jiji-jeje-ya ves. En total éramos cuatro, y nos apañamos en tres sofás. Los japoneses y otros viajantes con habitación inexistente reservada ocupaban los demás.

Yo todavía no daba crédito. Entonces mi amiga me mostró nuestra cama, y levantó esos cuatro centímetros y medio de colchón chicle, dejando al descubierto una tabla de madera. “Mira,” me agaché. Y es que aquello estaba sujeto por dos palos de escoba (literalmente), y yo me arranqué a carcajadas.

Fuimos al mostrador a rellenar la tarjetita con nuestro nombre. Nos informaron de que el desayuno consistía en un café y un donut, de seis a nueve de la mañana, “Aquí, en el lobby.” ¡Aquí! ¿Aquí!? Aquí... Mi amiga daba cabezazos y yo me reía. Regresamos a nuestro rincón, y unos chicos estaban colgando un par de sábanas del techo para “darnos privacidad,” pero el caso es que seguíamos viendo a los ingleses de tres sofás más allá. En fin, ya teníamos nuestro espacio marcado. Rincón dulce rincón, y nos pusimos los pijamas.

De nuestra tribu, una se estiró en un sofá improvisando la almohada con un cojín. El otro se encogió en la parte izquierda de su colchón, porque la otra se hundía hasta el suelo. Yo compartía cama con mi amiga y, sin saber si conseguiría llegar al otro extremo, empecé a cruzar de rodillas el colchón y me clavé un muelle. Ella se tumbó y se nos caía la cabeza. Normal, había una zanja entre el colchón y el respaldo del sofá.

Finalmente encontramos reposo para la cabeza, pero aquello estaba inclinado. Con los pies más altos que la cabeza, el peso de nuestros cuerpo nos recaía en el cuello doblado. Sin decir palabra nos removimos buscando la postura menos incómoda, remetiendo los pies en la manta y tapándonos hasta las orejas. Nos quedamos quietas y en silencio, creo que las dos esperando a que los palos vencieran y nos cayésemos de una vez. Nada. Entonces, se nos escapó la risa suelta.

Después de un rato apagamos las luces como si estuviésemos en nuestra propia habitación. Pero lo mismo me da que me da lo mismo, porque seguían prendidas las luces de recepción. Y la mujer de guardia era sorda porque éramos pocos y parió la abuela. Así que se oía la radio y sonaba el teléfono, y la pobre mujer no se enteraba.

Serían las dos y nuestros otros dos ya estaban dormidos. Pero nosotras teníamos cinco meses que recuperar, así que hablamos y hablamos en nuestra tienda de campaña. Mañana veríamos las avenidas, los edificios, el lago, todo Chicago, frío y sol. Pero nosotras hablamos y hablamos hasta las tantas, cuando decidimos dormir; Enseguida vendrían tropas a por sus donuts y nos despertarían con en tintineo de las tazas de café.

martes, octubre 10, 2006

Palumba Papalari

Los sonidos fuertes, precisos y cortados del español son muy diferentes de los aspirados, barridos y curvados (por materializarlos de algún modo) del inglés. Mi nombre resulta un tanto complicado de pronunciar para los que tienen el paladar anglosajón. Mis amigos se esfuerzan y consiguen acercarse con “Paloumah,” alargando el sonido de la “o” y fallando en el corte de la “a” final. Pero, inconscientemente, ya respondo a cualquier cosa que se parezca... o no.

Antes de ayer, sin ir más lejos, conocí a una chica que me llamó “Papillary” -Papilar en español- que en realidad se refiere a la capa superficial del dermis, formada principalmente por tejido conectivo laxo, justo por debajo de la epidermis. ¿Esa soy yo?

Quizá fui yo que le entendí mal, y lo que quiso decir bien pudo ser “Papalari”, palabra que he googleado y he encontrado en los siguientes contextos:

Bu dönemde daha önce sözünü ettiğim Lateran Papaları’yla Avignon Papaları arasında kıyasıya bir mücadele yaşanmıştı

Cünki yukarida belirttiyim gibisenin dinin dedim yanilmiyorum herhalde.simdi soruyorum bu gibi papalari agacalar vurmasinda ne yapsin.

Y mi favorito:

... kimseler kimseleri yarımada yarımadası yarımadalar yarımadaları papa papası papalar papaları propaganda propagandası propagandalar propagandaları ayin ...

En otra ocasión, una de esas en que te presentan a decenas de desconocidos, y cuando te despides siguen siendo todos desconocidos, mi nombre causó revuelo en la sala.
- “This is my friend Paloma,” me presentaron.
- “Hello, Pa-pa- perdón, ¿cómo era?”
- “Paloma,” repitió mi amigo, mientras yo sonreía.
- "Oh, Palumba. Nice to meet you."

Por supuesto que contuve mi carcajada y le dije que nice to meet you a ti también. Pero mi amigo se empeñó en que dijera mi nombre correctamente, y no sé qué era más patético, si el hombre aquel diciendo Palumba, mi amigo repitiendo “Es Pá-loma. Pá-loma. Pá-loma,” o yo ahí parada y temblando de risa en medio de los dos.

Más tarde, el mismo que me llamaba Palumba me presentó a otra chica saltarina y pizpireta.

- “Mira, ella es Palumba.”
- “Ah, que nombre más bonito,” me dijo para más inri.
- “¡Gracias!” Contesté, y me di la vuelta para auto-presentarme a otro desconocido más. Total, nunca iba a volver a esa gente. “Hello, creo que no nos han presentado,” dije decididamente, “My name is Palumba.”

domingo, octubre 08, 2006

Experimento III

Ya voy entendiendo que, en los Estadossunidos-Usa, invitar a un amigo a misa un Domingo es tan común como invitarle a comer a casa un Martes. Y es que cada uno me invita a su iglesia. Parece que lo importante no es asistir a misa, sino ir a la iglesia y participar en la ceremonia, involucrarse en las actividades parroquiales, quedar encantado con el sermón y compartir el torrente de nueva fe con los amigos.

Esta vez fuimos a la misa de 1.30. No tener que madrugar este Domingo lo he agradecido (a Dios). Hoy tocaba Journey Church, la iglesia del viaje, “Una iglesia Cristiana contemporánea y casual.”

Casual. Cada semana esto se pone mejor.

Llegamos al edificio Manhattan Center, en la 34, esquina con la Octava Avenida. En el hall hay una mesita con pastelitos y librillos con el logo de Journey Church. La tapa del librillo es negra y en el centro hay una imagen de una ficha de dominó roja. Pone: “8 de Octubre, 2006. El poder de la influencia.” Será que hoy el sermón va de eso.

Subimos al quinto piso. A las puertas del ascensor nos recibe un típico americano alto rubio de ojos azules y facciones marcadas. ¿O era eso típico del alemán? No... dijo que era de Illinois. Nos acompañó hasta el Grand Ballroom, el gran salón de baile. Era aún más grande que el de la semana pasada, también en tonos verdes y pasteles (será lo propio). Decenas de sillas cubrían la moqueta cara al escenario, que tenia cortinas rojas de fondo, dos altavoces enormes y una pantalla blanca a cada lado.

El techo era alto alto alto y de él colgaban aparatajes muy sofisticados de iluminación. Al fondo de la sala había una tarima con dos cámaras y una cubículo de sonido. Juraría que había ido a ver algún concierto. Y seguí pensando lo mismo hasta bien empezada la misa, pues salió al escenario un guitarrista a tocar All because of you, de U2. Claro que, luego le acompañaron un batería, un pianista, un coro y una cantante y las canciones hablaban de Dios, de su fuerza y de su amor. Pero siempre en sonidos de rock. Y todos de pie cantando, siguiendo la letra en las pantallas, moviendo el cuerpo y dando palmas. Que conste, éramos la mayoría blancos.

Después vino el Pastor Nelson y nos habló del poder que tenemos todos sobre los que nos rodean, pero que cabe a cada uno decidir si lo utilizamos para bien o para mal, si lo utilizamos para seguir a Jesús o para otros asuntos. Explicó las tres verdades: Que soy una persona influyente, que mi influencia se expande mediante sabiduría y servicio, y que sólo yo puedo elegir como influir en los demás. Me dijo que era la sal de la tierra y la luz del mundo, y yo ni siquiera le había traído flores.

Al final volvimos a cantar, nos pusimos de pie y tocamos palmas. Me pidieron el nombre, correo electrónico y dirección. Cuestionario entero. Me regalaron un libro, “Liderazgo espiritual- Principios de excelencia para todo creyente.” Qué bien, gracias. Si si... y me fui hacia las mesitas del fondo a servirme café y un donut.

lunes, octubre 02, 2006

Experimento II

Lunes. 09.06 de la mañana. Sol. 15º C.

¿Qué hacer, qué hacer? Me voy a la Sinagoga.

Hoy es un día festivo para los judíos y yo también lo quiero celebrar. Acompaño a mi amiga Amira a la ceremonia de Yom Kipur, el día del perdón. La semana pasada fue Rosh Hashaná, Año Nuevo en el Tishrei (calendario hebreo). Hoy, culminando los diez días del arrepentimiento, se asiste a la Sinagoga para pedir perdón por los pecados.

Llegamos al centro de investigación científica de la Universidad de Nueva York, (NYU) y entramos a un gran salón de actos en tonos granates. En la puerta nos piden el carné, los estudiantes pasan gratis. Nos dan un librillo a cada una con canciones y un librote del arrepentimiento con escritos en hebreo y pasajes del Torah. Todos vamos bien vestidos, dignos de misa de Año Nuevo. Los hombres con traje y corbata y Kipás en la coronilla, las mujeres con falda y chal y todos con sus narices.

Nos sentamos en un costado del auditorio. En el escenario había un altar (o su equivalente) y flores blancas decoraban la sala. Detrás del altar había lo que para mi ignorancia judaica parecía un armario, del cual colgaba una vela encendida. Obviamente, no era un simple armario porque a lo largo de la ceremonia el Rabino, de vez en cuando, daba la espalda a todos y se giraba hacia sus puertas. Había un coro y un pianista.

Empezamos cantando, así que abrí el librillo. Eran canciones en hebreo. Bueno, en el alfabeto romano estaba escrita la pronunciación de las canciones en hebreo. Así que yo cantaba como si supiera. La música era muy agradable, el sonido del piano quedaba bien con los cánticos suaves de la gente. Cuando se mencionaba una palabra en particular, todos hacíamos una leve inclinación que no sé qué significaba.

Abrimos el librote y el Rabino leía caracteres indescifrables para mí. Luego leía la traducción en inglés y todos contestábamos nuestra parte correspondiente. En medio de una de las oraciones vi que todos se ponían de puntillas por un instante, movimiento que iba recorriendo las filas como una ola en un campo de fútbol. Yo no me enteraba de nada, así que levanté los talones y estiré el cuello cuando lo hizo Amira.

Rezamos por la paz y rogamos por mejores tiempos venideros. Pedimos perdón por nuestros pecados y nos arrepentimos de nuestras faltas y malos pensamientos. Y sobre todo, repetíamos la palabra God.

Y es que Dios es muy bien tratado por los judíos. Claro, no tienen que alabar a Santos y Vírgenes, y Jesús no aparece en ningún sitio. Los textos leídos eran todos dedicados a God y todos le pedían y decían cosas tan bonitas. La poesía de los versos del Torah son exclusivos para El Todopoderoso y todas las plegarias son de y para el pueblo de Israel.

Experimento I

Domingo, 08.03 de la mañana. Lluvia, 12 º C.

Sacar el pie de la cama no apetecía un pelo, pero lo había prometido: Acompañé a Mary a misa. La curiosidad mató al gato, pero soy curiosa y no-gato, así que esta no me la podía perder.

Llegamos a la calle, lado este de la 34. Preguntamos por la Iglesia de Cristo de Nueva York (toma ya) y nos dirigen hacia un edificio de arquitectura Manhattiense. Corremos hacia el toldo para resguardarnos de la lluvia y entramos al gran hall de mármol. De iglesia nada. Dos porteros en uniforme reluciente nos explican que utilizan unos de los salones del segundo piso para oficiar la ceremonia cada Domingo. Subimos.

Se abren las puertas de madera del ascensor y salimos a un descansillo amplio donde se han juntado varios grupos a charlar. Caminamos hacia el salón y nos entregan un librillo. Leo, “Christ Church of New York City, una iglesia en la tradición evangélica anglicana” y yo tan católica.

El salón es enorme, con techos altos y ventanas arqueadas. La moqueta es de tonos verdosos y pastel. Hay sillas colocadas a lo ancho del salón y en el medio una tarima improvisada, con un reposa libros y un micrófono. No hay imágenes ni cruces. Sí cuelga una bandera americana y preside la sala un retrato de Abraham Lincoln. Esto promete.

Nos saluda una mujer mayor llamada Alisha, nos da la bienvenida y nos invita a sentarnos. Nos sentamos. En breves empieza la misa. Sube a la tarima el Pastor, un hombre de taitantos, con pelo blanco y vestido con traje y corbata. Saluda a los que han venido por primera vez, da los anuncios pertinentes y rezamos. Todos inclinan la cabeza, así que yo bajo la mía pero con los ojos abiertos para no perderme nada. Amanasimehna hambehleh duegheneh ahmanah, Amén.

Nos ponemos en pie y cantamos siguiendo la letra en el librillo. “O my soul laaaa aaa” Ejem, ejem, laaaaa haaa jajaja un tono demasiado alto. Haré como que sé. En realidad desafino, pero sigo cantando tan seria. Giro la página del librillo y cae al suelo un sobre blanco. Espero a que nos den permiso para sentarnos y lo recojo: “Sobre de donación. Por favor indicar, Cheque o En efectivo.”

Se me saltan los ojos de asombro, pero luego pienso que también pasan la cestilla en las iglesias católicas. El Pastor nos habla de la fe y da paso a otro señor más joven. Éste es el encargado del sermón, (que por cierto, las dos últimas páginas del librillo están en blanco para tomar notas del sermón). Gesticula. Interpreta como en un escenario los diálogos que va leyendo en los pasajes. Comprende todo y sabe que todos somos pecadores. Nos explica que la fe y nosotros y Jesús Cristo nuestro Señor.

Volvemos a cantar. Rezamos por David y Martha, miembros de la iglesia de Cristo, que se marchan a Afganistan. Él enseñará inglés a los altos cargos políticos y ella será enfermera en un hospital de Kabul. Los dos suben a la tarima y dicen unas palabras. Despedimos a unos y damos la bienvenida a otros. Suben a la tarima un señor de origen asiático, una joven negra, y un muchacho blanco. Los tres juran fe, dedicación y apoyo a los proyectos de la Iglesia de Cristo. Vuelve el primer Pastor. Anuncia que van a recoger los sobres de donación y dice que los que hayan venido como invitados por primera vez no hace falta que contribuyamos, que a esta nos invitan. Pues gracias.

Se acaba la ceremonia y Abraham me está mirando. No está crucificado ni mucho menos. Al contrario, parece que por detrás de él brilla una luz en el lienzo. Mary y yo nos levantamos para salir y nos rodean dos mujeres y un señor. Una es Alisha y nos dice que no nos vayamos aún que de dónde éramos y qué bien que habíamos venido. La otra mujer era alemana y estaba casada con el otro señor, que se alegraba mucho de ver a gente joven, y que íbamos a estar muy a gusto porque esos de allí también eran estudiantes y que luego nos los presentaba. Alisha empujó a una chica hacia mi y le dijo que yo era de España, que hablara conmigo, ya que ella estudiaba español en las clases. Al mismo tiempo la alemana se interesaba por mis estudios y me animaba a no se qué, que no escuche porque cuatro me hablaban a la vez. Pero como ya nos teníamos que volver a casa Alisha nos dijo que no no no que fuésemos a saludar al Pastor y mientras me intentaban abducir y yo fingía interés, me divertía. Le dije al Pastor lo maravilloso que había sido el sermón, y mientras Mary le daba su dirección, teléfono e e-mail a Alisha, yo pensaba en el café y los huevos revueltos que me iba a zampar cuando llegara a la residencia. Mary prometió regresar el próximo domingo mientras yo sonreía a su lado y dejaba que pensaran que iba a volver yo también.

Me ha gustado ver una ceremonia religiosa distinta a la de siempre. Mereció la pena levantarse esta mañana: qué buenos me supieron los huevos revueltos.