jueves, febrero 26, 2009

Emiko pasa por España

Después de ocho años sin vernos me dijo, “Estás igual.”
Y tú, hasta te he reconocido.

Habíamos quedado en que yo le recogía a ella y a sus amigas en el hotel a las 2, y cuando estaba yo llegando me llamó por teléfono. Hablábamos en inglés.

“Estamos comiendo,” se disculpó, y le dije que no importaba, que yo las buscaba en el restaurante. “Se llama Vips. ¿Sabes dónde está?” me preguntó inocente. No sabía que lo conozco muy bien, ni tampoco sabía ella que en Madrid, Vips hay unos cuantos. “Pero, ¿está cerca del hotel?” Si, si, me respondió. “Vale, describe lo que ves. ¿Hay algún cartel que me puedas leer?”

- Eh.. si, aquí pone.. em.. periguro.
- ¿Periguro?
- Si.
- No…
- Períguro.
- ¿Peligro??
- ¡Si, si, eso!

Me eché a reír, “Emiko, no creo que esté ahí. ¡Significa peligro, jaja!” Se rió de la tontería y decidió buscar otro cartel.

- A ver… aquí pone… calle Arucará.
- ¿Alcalá?
- ¡Si!
- ¡Jaja, vale ya sé!

Llegué al restaurante y la vi enseguida. Tenía la misma carita que cuando íbamos juntas al colegio vestidas de uniforme con falda verde, camisa y corbata. Nos dimos un abrazo y me presentó a sus amigas. Habían terminado de comer ya, y yo no había probado bocado en todo el día. Les pregunté que qué habían comido, y me dijeron que una ensalada. Les dije que eso no podía ser, que no podían irse de España (sólo pasaban un día aquí, camino de Portugal) sin probar algo typical Spanish.

Me las llevé a un sitio de la calle Arenal a comer por segunda vez. Pedí una ración de croquetas, una de queso y otra de jamón- pero del güeno, güeno, y un riojita tinto.

Les encantaron las croquetas, desapareció el queso, le aplaudieron al jamón y al primer sorbito de vino dijeron que se estaban mareando. Les dije que don’t worry, que en España había derecho a siesta. Al salir se quedaron alucinadas con tres que iban alegres y estaban cantando a voz en grito en la barra. “me gusta el ambiente de los bares en España,” me dijo mi amiga.

Anda, veniros que os voy a dar una vuelta. No teníamos mucha tarde, pero les paseé por lo fundamental, y me salió redondo. Sin buscarlo ni saberlo, nos encontramos la Plaza Mayor abarrotada de una marea roja de fanáticos del Liverpool. Pero les expliqué muy bien que lo normal allí no eran ingleses borrachos, sino bocatas de calamares. También les enseñé los artistas que hacen caricaturas de Tom Cruise y de Zapatero, y les conté que los domingos hay puestecillos de filatelia y monedas antiguas, que se cambian cromos, pins, etc.

Les gustó mucho la plaza de Ópera, dimos un buen paseo por los Jardines de Sabatini, entramos a la Almudena… pero lo que mayor furor causó fueron las cataplasmas hediondas de los caballos de la policía montada frente al Palacio Real. “¡Unyi, unyi!” Empezaron a decir, “Si, caca,” contesté. Fueron señalando con el dedo el reguero que fueron dejando los animalicos por toda la calle Bailén. “¿Pero no lo recogen?” me preguntó sorprendida mi amiga. Estuve por decirle, no hija, es que aquí como siempre la cagamos ya estamos acostumbrados. Pero decidí que me costaba lo mismo que se llevase una imagen limpia, pulcra, digna de la Europa avanzada, “Si, por supuesto. Ahora vendrán por detrás los recogedores de caca oficiales. ¿Os apetece un café?”

Hablamos de los amigos en común, algunos los dejamos en Brasil y otro están desperdigados por el mundo- pero de todos tenemos noticias cada cierto tiempo. No perdemos el contacto. Cotilleamos sobre algunos profesores. Me contó sobre Tokio, yo le puse al día de Madrid. Intercambiamos detalles, mandé recuerdos a su madre, y ella me los dio para la mía. Nos despedimos con otro abrazo, esperando que esta vez el reencuentro no tardase tanto.

Me metí al metro para ir a clase. Unyi. Y fui todo el trayecto pensando en la posibilidad… recogedores de caca oficiales.

miércoles, febrero 11, 2009

Siempre se dijo que el tiempo es dinero

Conversación al fresco en un patio del pueblo:

- Yo por la noche antes de acostarme dejo la puerta abierta.

- ¿Pos y eso? ¿Que tiés calor, muchacha?

- ¿Pos queeeé?… ná, que dejo la puerta abierta y por la mañana eso que tengo adelantao.

sábado, febrero 07, 2009

La chispa del "menchero"

Me contaba una prima de su experiencia sacándose el carné de conducir, con la chispa que la caracteriza pero, hay que admitir, que la historia no es para menos.

Un verano se fue uno de Albacete a decirles que él les iba a dar clases allí en el pueblo y que ná, eso en dos clases ya se estaban examinando. Resultó un liante porque las clases no eran en el pueblo. Así que se tuvieron que ir las cuatro primas, Amalia, María Teresa, la Virtu y ella -Isabel María- a Albacete todo el verano a vivir allí ca’la tía Rosi.

E iban a las clases y cómo no serían que les preguntaba, “Cómo tiene que estar el semáforo para que no pasemos?” Y tenían que responder las cuatro, “Como un tomate.” Y seguía la lección, “Y qué pasa si te lo saltas?” Y respondían al unísono, “Que l’as cagao.”

Un día se dieron cuenta de que el marrano aquél se metía el dátil en la nariz a sacarse los mocos. La prima, entonces, cogía la palanca de las marchas así: con dos dedos ná más. Y el bodoque este le decía, cógela bien, y le ponía la mano encima de la suya, y la prima soltaba un alarío del asco.

Cuando hacían prácticas iba una conduciendo, él de copiloto y otra atrás. Y la prima de vez en cuando daba algún frenazo y él, tan fino, metía un berrío, “¡No des perchones!” Le decía, ““¡No des perchones!” Como si fuese a esnucar a la otra.

Ya en el exámen práctico iba la Virtu a aparcar, cuando él le frenó de golpe y suspendió. “¿Por qué has suspendío?” le preguntó, “Porque has frenado.” Y él le corrigió, “¡Porque entre tu coche y el otro no cabía un menchero!”

Y entonces repasaron, a ver, “¿Por qué has suspendío?” Y la Virtu, resigná y con la lección aprendida respondía.

- ¿Por qué has suspendío?
- Porque no cabía un menchero.

jueves, febrero 05, 2009

Naide como ella

Ni Llongeras ni Marco Aldani ni ná de ná. La mejor peluquera del mundo mundial es la de mi pueblo. Yo que me he ido tan largo puedo decir que naide hay como ella.

Áhi en la saleta que tié montá, van de chacharreta a que la Lourdes les apañe y les dé algún bufío. Como una que fue a cortarse apurá del tó que séíba ya, y le dice la Lourdes, “Pos no que te estao viendo estos días p’arriba p’abajo, ná más que p’arriba p’abajo y ahora la Lourdes con prisa, ¿no!?

O la que tiene una miaja tic que mueve la cabeza. Fue a recortarse y le dice a la peluquera, “No me hagas trasquilones,” y le contesta, “Pues pon algo de tu parte.” Razón no le falta.

Y las que se escapan con el tinte puesto a ver la novela con la Basi, y sin soltar el cepillo y el secador le grita a alguna, “que ya sé que has sío tú que me has manchao las cortinas. Que en vez de estaros con la cabecica tiesa os empentáis ande pilláis.”

La Lourdes así de primeras puede parecer un poco brusca, pero tiene un gran corazón. Es imposible no quererla. Dice, “Áuna le corto, áotra le hago la permanente… Y al final le cobro a todas lo mismo porque se confunden las carteras, y no sé si me están pagando con su dinero o con el de láotra. Claro, van todas con el mismo monedero de la Virgen del Turruchel.”

La Jácin

La Jácin, que no está bien de la vista. Iba por Albacete y se entró en un sitio mu apañao, vio un mostradorcico tan mono, tan limpio y dijo uy qué bien. Se entró y hala, se subió al taburete. Esperando esperando esperando, y ya pasó una muchacha y le dijo, “Oiga, llevo un rato esperando y nadie me atiende. ¿Me trae un café?” Entonces la muchacha le contestó, “Señora, esto es una tienda de cocinas.”

La Jácin, que de chicos nos contaba historias de miedo. La Jácin, tanto como nos queremos. La Jácin, que dice que el otro día se le cayó su padre, cúcha, será posible lo que dice, el tío Luis Serrano que lleva años muerto.

Desde hace años tiene la fotografía de su padre dentro de un libro, y una noche vio que algo se le había caído. Dice que normalmente cuando se le cae algo por la casa dice, ea ya lo recogeré mañana o pasao. Pero cómo sería que mira, un impulso le hizo levantarse. Y al ver la fotografía de su padre dijo, ya está, se está manifestando. Y la Jácin le preguntaba, “Padre, ¿qué quieres? Padre, ¡háblame fuerte que estoy sorda!” Y así pensando, dice, a ver si va a ser por lo de las misas… Y al día siguiente se fue y le dijo una misa a su padre.

La Jácin. Única, irremplazable, reina en Bienservida de los chiquillos, los cafés y los cigarrillos. La Jácin sigue contando, “Y ahora me ha dado por pensar que se me va a presentar mi madre. Así que me estoy mentalizando para que cuando se me aparezca, seguirle la conversación.”