lunes, junio 23, 2008

Verano invernal

¡Por fin! Después de un mes de mayo poco mayense... después de haber estirado el uso de chaquetas y calcetines, al fin, casi al final de junio ha aparecido el sol, ha llegado el calor, nos hemos puesto chanclas y nos hemos quitado las mangas... verano, verano, verano, ver- con gafas de sol. ¡Ya era hora! El primer helado de fresa de la temporada, cambiar la ropa del armario, comprarse bikinis, estirar las toallas, ponerse crema para el sol... calor calor calorrrr, por fín verano, por fin calor:

Y me voy a Alaska.


Barcelona

Según entrábamos en la ciudad se iban relajando mis músculos... nada de autopistas, dejaríamos el coche aparcado... Ahí estaban las aceras para caminar, adornadas con áboles verdes, altos. Reencuentro con amigos en Barcelona: y cada vez se asomaban más edificios antiguos mientras caminábamos por la Diagonal, que como una lanza atraviesa el corazón de Barcelona. El ruido de coches y motos, el tintineo de bicicletas y el murmullo de un domingo por la mañana que retumba en la gran avenida. Barcelona igual que la otra vez, y que la anterior, y cada vez me gusta más.

viernes, junio 20, 2008

La sorpresa

Estaba todo preparado para engañar a la cumpleañera. “Alguien tiene que hacer de cebo. Debería ser Paloma.” Al parecer, estaba todo decidido también.

Quedaríamos a cenar todas juntas para celebrar el cumpleaños, pero el plan se iría desmoronando cuando una a una fuesen disculpándose por no poder acudir a la cita. El cebo –o sea, yo- sería la única disponible para cenar con la cumpleañera y le prometería ir a un sitio estupendo frente al Templo de Debod. Quedaría con ella en la calle Princesa, y desde allí iríamos caminando hacia el restaurante. En el camino de un lado al otro pasaríamos cerca de la casa de una amiga. El cebo –o sea, yo-, propondría a la cumpleañera pasar un momentito e intentar convencer a la amiga para que se uniera a la celebración. Subiríamos y allí estarían todas esperando sorprender a la homenajeada.

Quedé con Rita en la calle Princesa para celebrar su cumpleaños. Al final, yo era la única que quedaba libre para la cena, pues algunas se habían inventado excusas para no ir, otras simplemente no daban señales de vida. Qué desgracia, abandonada por las amigas en su cumpleaños. ¡No te preocupes, iremos tú y yo!

Empezamos a caminar cuesta abajo por la calle Marqués de Urquijo derechitas para ir a un restaurante mexicano chulísimo, con promesas de nachos y quesadillas de queso fundido, fajitas de pollo con guacamole y una Coronita fresca con una rodaja de limón; de postre una Margarita.

Ibamos tan panchas, criticando a las demás por su cruel y vil desprecio, cuando cruzamos la calle Tutor. Entonces pregunté, “¿Esta es la calle donde vive Lorena, no? ¡Vamos a llamar y seguro que la convencemos para que venga un rato!”

Tocamos al telefonillo y Lorena nos abrió la puerta. Subimos al primer piso, atravesamos el hall, giramos a la izquierda y seguimos el pasillo hasta llegar a la última puerta, y allí delante nos plantamos las dos. Llamé al timbre como quien no quiere la cosa, y no sé qué caracho hizo mi querida amiga Rita que se apartó de la puerta en el mismo momento en que se abría, dejando ver a un puñao de caras sonrientes con collares de colores y gorritos que me desearon un Felicidades muy emotivo. Claro que, sus caras iban trasformando la sonrisa en una extraña mueca mientras pronunciaban la palabra al ver que no era Rita quien estaba allí delante, sino yo -el cebo-, pero con las mismas solté una carcajada, abrí los brazos y, emocionadísima, dije: ¡¡¡GRACIAS!!!


Tanto prepararla, que al final la sorpresa nos la llevamos nosotras. Fue muy divertido, y creo que la cumpleañera disfrutó. ¡Felicidades, Rita! Con mucho cariño, tus amigas.