domingo, enero 31, 2010

Puelto Rico, primera parte: área metro y centro

Proyectada por la nieve y el viento frío desde el otro lado del Atlántico, con una breve y tortuosa escala por Miami, finalmente sentí el bofetón de humedad y calorcito. A otro lado de las puertas del aeropuerto me esperaban un abrazo y un paseo nocturno por el Viejo San Juan. Al día siguiente, mientras en mi casa estaban rodeados de nieve, yo estaba en pantalón corto, camiseta y sandalias, preparando una sangría y tomando cerveza bieeeeen fría. De momento no me había quemado, pero mi espalda seguía tiesa, pues con ese dolor había embarcado ya en Madrid. Y después de trece horas volando, incluyendo las dos horas en Miami correteando para llegar a la puerta cargando con la maleta y la mochila, esquivando a los polis de aduanas, subí la última al avión, y mi espalda prometió crujirme. Pero hice dos amiguitas en el vuelo; la mayor tenía diez años, y me hablaba con esa confianza generada en un instante infantil de no hagas caso a mi hermana-sólo tiene 5 años-tú y yo ya somos mayores y esas cosas no nos hacen gracia. Me alegro de que no me preguntase cuántos años tenía de verdad, porque no le habría mentido, y habría sido un duro chasco para la niña.

--

El domingo, día de sol y de paseos nos dedicamos a ellos. Por la mañanita nos fuimos al Viejo San Juan, con sus colores, su luz, sus adoquines, sus tiendecitas y restaurancitos, el Fuerte de San Cristóbal y San Felipe del Morro con su explanada peligrosa para mi piel mejillonera, y al otro lado el puerto con sus Carnival cruceros botando turistas a la isla... Desayunamos en la Bombonera, un clásico... Jugo de china (naranja), mallorca (ensaimada) de jamón y queso con polvo de azúcar por encima y café DE PUERTO RICO.

Caminamos por las calles, moqueamos en algunos sitios, en Barrachina nos tomamos la primera piña colada del año a vuestra salud, y nos quedamos callejeando, evitando el soletón.

Regresamos a Cidra, y con los padres de Guillo fuimos a un restaurante empingorotado entre las Tetas de Cayey (dos montañas) llamado Isla Bonita. Allí había parranda y aguinaldos en vivo, las vistas de los montes verdes y el mar al fondo eran espectaculares, y la comida tenía una pinta magnífica. Pero sin embargo no obtante, el único inconveniente para mi era que estábamos sentados para cenar a las 6 de la tarde. Nunca mejor dicho: ¿Y eso cómo se come? Pues encima me miraron raro cuando me pedí unos tostoncitos de acompañamiento. ¿Pero como acompañamiento de qué? No, no, sólo tostones. Y allí cenamos tan ricamente, mientras cantábamos a coro los aguinaldos del grupo.

--

Comenzamos la semana con un sol esplendido y una temperatura excelente, y nos dirigimos al área metropolitana para ver la zona universitaria y estrenar el metro de San Juan, pequeñito, con una sola línea, pero de lujo, con aire acondicionado y todo.

Estuvimos caminando por la Av. de Diego, una calle comercial, donde se escuchaba bachata y merengue dominicano por todas las tiendas, los jóvenes vestían de raperos y las niñas forradas de rosita cursi, los caballeros en camisa guayabera y sombrero y las mujeres culonas llevaban rulos y pinzas mientras compraban mangos y gandules en el mercao. Allí entramos y fotografié un cartel en el que se anunciaba la venta de "sesina." Saliendo nos encontramos con un señor mayor de pelo y barbita blanca, con camisa y bastón que iba diciendo que en Estados Unidos estaba haciendo un “frío peludo”. Nos reímos, y nos empezó a dar conversación. Nos contó que había vivido en Estados Unidos toda su vida, que qué frío hacia... Ya de despedida nos dijo: ¡Nos vemos en Nueva York! Yo estaré por ahí en la 104 con Broadway.. más bien en la 109 que hay un sitio ¡de café y sopa "calientita"!

Nos fuimos al Viejo San Juan a almorzar a El Jibarito comida criolla y a tomar una "selvesita" bieeeen fría, siempre Medalla hecha en Puerto Rico porque hay que hacer patria, nada de Budweiser ni Coors Light. En el baño del restaurante encontré un cartel que decía: "No arrojar paper al toilet."

El caso es que en Puerto Rico, por mucho que Guillermo y yo vayamos como Pedro por su casa paseando por la Calle de la Cruz, la Caleta de San Juan, la Calle del Sol, el rosita de la cara no nos lo quita nadie; Debió ser precisamente por nuestra pinta de gringos que un viejo despeinado (y por lo visto sordo también) nos abordó y nos gritó: ¡Aquí se habla español, carajo! A lo que su hijo, que le arrastraba agarrando su brazo le contestó: ¡Ssshh, cállate! Nosotros nos reímos, pero cómo es universal, no pudo saber si nuestra risa era en inglés o en español.

Por la tarde nos metimos en un tapón (atasco) hasta llegar a los cines, ocasión que aprovechamos para hacer una estadística de cuánta gente habla por teléfono mientras conduce. El proyecto se echó a perder cuando la cuenta empezó a mostrar que el número de teléfonos rebasaba el número de personas al volante.

Al final llegamos a tiempo, y pudimos volar por el mundo azul de Avatar. Después nos fuimos para el Condado, la zona de hoteles y apartamentos chic, al otro lado de la bahía de San Juan, y cenamos arañitas y antojitos puertorriqueños acompañados, cómo no, de una Medallita y por los altavoces sonaba una bachata... música, según Guillo, de cafres.

--

A pesar de los litros de repelente "Off!" que chorrean por mis piernas, los mosquitos trompeteros de Puerto Rico consiguieron acribillar la zona descubierta entre la rodilla y el dedo gordo de cada pie. Las hazañas de los tres “mosquiteros” son bien conocidas desde que compusieron una canción para Juana, otra víctima: Mañana te espero Juana por la mañana en el café. Te juro Juana que quiero verte la punta el pie; la punta el pie, la rodilla, la pantorrilla y el peroné.

A mi me esperaban todas las mañanas. Así que fuimos a una farmacia a por crema para las picadas. Me pidió la farmacéutica que le enseñara la pierna. Tras un gesto indescifrable de exclamación me aconsejó: ¡Es que tienes que echarte "Off!"

Desayunamos y dimos un paseíto por la Plaza de Caguas, que está preciosa. En el centro tiene una jaula enorme con dos guacamayos rojos, azules, amarillos y verdes. Luego andamos por la calle comercial, entramos a varias tiendas de música y nos aprovisionamos de los últimos éxitos en merengue.

Fuimos a almorzar a Guavate un lechoncito en su vara, lo que se llama una guavatada. Era día de diario, así que no había tanto ambiente como otras veces, pero hicimos los mismo de siempre: Primera parada antes de la cuesta, una cerveza con longaniza en Bruny's. La dueña, Bruny, me preguntó: Do you like it? Si, me gusta mucho, le contesté sonriendo.

- ¡Ah, si habla español!
- Soy madrileña.
- ¡Aaaaaaaaaay Bendito, Ave María! … de Madrid, yo quisiera ir pa Madrid y pa Europa y donde está el Vaticano y tó eso por ahí p'abajo…

Se enrolló y estuvimos charlando un buen rato, hasta que llegó nuestra amiga Delmarie, a quien no veía desde hacía tiempo, y nos despedimos de Bruny para ir a comer a Los Pinos, la lechonera empentá en la colina de Guavate. Me pedí un lechincito con amarillos, y la “selvesa” que no podía faltar. Mmm... Después de ponernos al día y recordar los ratos juntos en Nueva York que nos hacían reír a carcajadas, nuestra amiga se tuvo que ir a trabajar, no sin antes prometernos mutuamente vernos pronto. Guillermo y yo nos fuimos a Jájome, desde donde hay unas (otras) vistas magníficas de las montañas y donde el horizonte se llama mar Caribe, un azul amarillo con el sol que se reflejaba en la costa de Salinas y Santa Isabel.

Por la tarde fuimos con Néstor, el papá de Guillo, a dar de comer a los patos, los peces y las tortugas que hay en un estanque de la urbanización. Cogimos la comida con la palma de las manos y el pato jefe apartó a todos, y vino a probar de la mía con pequeños picoteos. Néstor, nos contó que le tenia un nombre a cada pato: estaba la Cabeciblanca y la Cabecinegra, había una que nunca lograba alcanzar la comida a la que llamaba La Zángana, el grande era el Pato Alfa, y los pequeñitos eran Los Polloncitos—fue toda una experiencia.

Por la noche (bueno, todavía era por la tarde) cenamos en casa con el papá de Guillo, que había cocinado pana con bacalao y aguacate. Lo mejor era machacar el aguacate y juntarlo con la pana, con un chorrito de aceite de oliva. Pana, que no se refiere al tejido grueso de confección pero suave al tacto que usamos en invierno, sino a la también llamada fruta de pan que da el Artocalpus Artilis o panapén. Resulta que Néstor es agrónomo. Y ya el de pana es un árbol que sé distinguir por la carretera y por el monte, entre otros como el Flamboyán (el más bonito), el árbol de mango (o mangó, como dicen allí), los plátanos y los guineos, los cafetos y los meaítos, que son los más graciosos porque su flor echa un líquido que parece meado.

Pana también es una palabra utilizada como sinónimo de compañero, amigo. Tú eres mi pana.

--

Volvimos una mañana más a la Plaza de Caguas, y esta vez tomamos en café en un kiosquito que hay allí. Sentaditos en la terraza se acopló una señora, pidiendo permiso y diciendo que era muy tímida. Menos mal, porque nos dejó sin blanca. Y eso que estábamos ya grises, pues nos había dado justo para el café. Quería tomarse uno, así que le dimos lo último que nos quedaba, para que una vez que tenía el dinero en su puño dijera: Pero me lo tomaré en otro sitio, aquí es muy caro.

En fin. Fuimos a comer a El Canario, un lugar en Río Piedras y, ¡notición!: NO SERVÍAN CERVEZA. Ni vino, ni ná, Sólo refrescos y juguitos. Mis tíos en España no se han mostrado muy entusiasmados por conocer este sitio, a pesar de que la comida estaba muy rica y el lugar es curioso, en parte por eso mismo. Cuando he contado en Madrid que fui a comer a un sitio donde no había cerveza, la reacción más escuchada ha sido: ¿¡Pero por qué!?

Por la tarde casualmente comenté que desde que yo estaba en Puerto Rico no había llovido.... Al día siguiente estábamos inundados. Fuimos a Baldwin, mi antiguo colegio. Buscamos el salón de arte donde nos esperaba Socorrito, mi maestra de arte a quien adoro y con la que me he seguido comunicando todos estos años. Habíamos terminado de comer a las 2.30 (en el sitio sin cerveza), y a las 5 nos fuimos a cenar. El ritmo de comilonas era peor que el de Bienservida en Navidades.

Hablamos de nosotros, de arte, descubrimos un resquicio de la historia que nos interesaba a los tres, y hablamos de la lluvia que se iba a llevar las guaguas del aparcamiento. Por la noche... bueno, por la tarde, porque terminamos de cenar (churrasco) a las 7.30, fuimos al cine a ver una película sobre un viajero que vive con los pies colgando y con una maletita como la mía.

--

Por la mañana salimos pitando para Aibonito -"Ouch Pretty" en inglés-, hasta llegar por las curvas de las montañas hasta Barranquitas. Allí nos metimos en un hoyo donde había unos aviones colgaos de los árboles; Adivinad cómo se llamaba el sitio: Los aviones. Nos tomamos un aperitivo, alitas de pollo y queso frito con dulce de guayaba, y una Medallita, mientras seguía diluviando y la dueña nos enseñó un avión por dentro, donde hay mesitas y uno se puede hacer una foto en la cabina de la Capitana Serrano y el Copiloto Flores. En aquél lugar encontré un cartel delante de un puentecillo colgante que decía: No cruzar si sufre problemas cardiacos o si "padese" vértigo.

Después del infarto lingüístico, seguimos para Vaca Brava. Unas cuantas curvas más allá nos sirvieron un costillar entero con papas fritas, nos pusieron unos cuernos en la cabeza, cosa que no nos importó mucho pues nos sirvieron la cerveza bieeeeeeen fría. Al lado había una fiesta y un grupo tocando. Después de comer nos metimos ahí a bailar plena y merengue, al rato los de la fiesta se empezaron a ir, y nosotros seguimos hasta que "amablemente" nos apagaron la música.

De ahí salimos para Guaynabo City, pues así se llama ahora. Entonces puse voz de viejecito recitando “En 1997, cuando Guaynabo todavía era Guaynabo a secas y yo vivía allí las cosas eran de otra manera…” Cenamos en casa de los tíos de Guishe el boludo. Y gracias a un vídeo que puso su tío Lucho, he conseguido material chantageable, que revelaré en próximos episodios...

--

Desde el jueves hasta el domingo se celebraban en el Viejo San Juan las fiestas de la Calle San Sebastián, popularmente conocidas como las fiestas de La Calle. El sábado fuimos todos temprano para San Juan y nos empapations de aguations, y eso que íbamos preparados para la lluvia. Pero seguimos recorriendo las callecitas hasta llegar a la Plaza de Ballaja a ver los artesanos, todo repleto de mascaras, panderos, figuritas, cuadros... Nos tomamos un agua de coco y caminamos hasta la hora de comer, que volvimos a El Jibarito, y me comí un chillo frito que no probaba desde la última vez que había estado en Puerto Rico.

Después de comer se fueron casi todos, y con nosotros se quedó Diana, prima de Guillo. Fuimos a Barrachina a tomarnos una piña colada bautizada, o sea, con. Cuando salimos había dejado de llover, así que fuimos a ver al grupo salsero que había en la Plaza del Tótem, frente al Morro y el mar. Bailamos un rato y volvimos a La Calle, a tomar una cervecita y nos quedamos atrapados entre un grupo de pleneros y otro, que en circulo improvisaban una plena hasta que el otro empezaba a tocar, y luchaban alzando las voces, los bajos y los panderos, y era imposible no quedarse pegao.

Más tarde nos encontramos con unos tíos de Guillo. Fueron a pedir unas cervezas en un bar donde regalaban una camiseta de las fiestas que me había gustado. Para resumir, resulta que el tío Germán acabó bailando regguetón en la barra con una vieja que se aprovechaba de la situación para poder regalarme la camiseta. La guardaré con mucho cariño.