Un sábado salí a dar un paseo en la mañana y regresé a casa con un "Hola linda" para mi y una rosa en la mano.
Papá y yo bajamos a dar una vueltita mientras llegaba la hora de comer. Casi hacía buen día, y nos fuimos paseando por todo el parque del olivar. Tomamos un jugo de naranja en el sitio aquél, el de los ventanales, en la Calle Conquistadores, y después nos volvimos. Yo agarraba el brazo de mi padre cuando salió un joven de la nada y dijo algo de una rosa y nos la mostró. Mi padre dijo que no queriamos comprar flores y el muchacho sonrió, "Un obsequio, es un obsequio." Me despedí con muchas gracias y seguimos caminando; papá e hija del brazo y allí mira cuánta gente y una carpa, habrá que ver, vamos a ver. Es Alfredo Bryce Echenique firmando libros, corre pues, rapidito compramos otro ejemplar de Un mundo para Julius, que si del Quijote ya tenemos cuatro ediciones especiales (cada cual más especial), por qué no otro más de este maestro.
Aguardamos fila y el de atrás le daba conversación a mi padre. El otro se ilusionó al escuchar el acento de Albacete y le contó las batallitas de su bisabuelo, que había sido comandante no-se-cuantos y, además, español.
Entonces nos llegó el turno y Bryce firmó mi libro, no, su libro, no, mi libro ahora que lo había comprado, no, su libro que lo había escrito, bueno, nuestro libro, y me dijo "Hola linda."
Así, con un paseo de sábado, un paseo con rosa y sin fusil, nos volvimos a casa.