viernes, octubre 24, 2008

No tiene precio

La receta esperaba pinzada en el limpiaparabrisas del carrito, seguro. Había que bajar corriendo, a ver si llegábamos a tiempo de salvarse de la multa; había que bajar ya, así como estábamos, recién levantadas. Encima del pijama me puse el abrigo verde de invierno de mi amiga, me remetí los pantalones rojos de Snoopy en las botas y agarré las llaves del coche. “¿Vienes conmigo?” le pregunté a mi amiga. “No, no, no,” dijo inocentemente, pero no tardó más de tres segundos en aceptar mi invitación a hacer el ridículo por la calle. “Como me encuentre con alguien…” empezó a decir amenazante. Y como no podía ser de otra manera, al salir del ascensor oímos que alguien andaba por ahí. Pero salimos chispeando por la puerta, jiji-jaja. Nos acercamos al coche para encontrar allí la broma. Jiji-no tan jaja. Pero en fín, qué se podía hacer…

Volvimos por la acera con un arte que no reconozco en mí misma, con la nariz negra y redonda de Snoopy asomando entre el abrigo y las botas, y mi amiga con sus pantalones anchos de cuadros verdes y azulitos con deportivas, las dos desfilando con garbo y estilo –propio-. Abrimos la puerta del portal, y vi una masa gigante con sonrisa (aún no llevaba las lentillas). Pasamos decididas, como quien no quiere la cosa, él nos miraba de arriba abajo. Dije, “Buenos días” y subimos las escaleras tronchándonos de risa. Algo cara nos salió la broma, pero las risas son buen descuento para cualquier precio.

jueves, octubre 16, 2008

Una de mi pueblo

La Jácin, que no ve muy bien. La Jácin a quien tanto queremos. Iba por Albacete, caminando a casa de la tía Rosi. Andaba y andaba y no llegaba. Se había despistao y no sabía pa’ donde tirar. Se montó al autobús y le preguntó al conductor: “Oiga, ¿sabe usted donde vive mi Rosi?”

La Jácin, que no ve muy bien, que tanto nos quiere. Iba caminando por la acera y siguió siguió y empezó a subir por una rampa, y así que se subió a un camión de mudanzas. Mira, contándolo ella te mueres de risa. Que si no llega a estar el obrero, ahí se había quedao. Y dice ella, pues si me quedo ahí, me cierran y me llevan- había sido una lástima.

Tanto como nos queremos. La Jácin, que no ve muy bien. Se compró un perro y le llamó Ricky. Pero luego se enteró de que era perra y le puso Ricarda. Fue al médico y, la Jácin, como no ve, en vez de su DNI cogió la tarjeta de identificación de la perra. “Déme su carné,” dijo el médico.

- ¿Es usted canina?
- Si, dijo tan pancha.
- ¿Y Ricarda?
- Mi perra.

lunes, octubre 13, 2008

Saudades

Anoche se mezclaban los años, los países, las músicas y las gentes. De repente, vi a la reina del carnaval bailar como volando por encima de las Cibeles, sin soltar el micrófono un segundo, agradeciendo a España en su media lengua “muchas graças pela invitasión a representar mi país”, y así lo hizo, nos cogió y nos re-presentamos todos allí en la capital del Nordeste brasileiro, detrás de ella y su repique, su batuque, su choque de hierro… como aquellos años en Brasil, aquellas fiestas locas de alegría sin parar por el paseo marítimo de Salvador de Bahía. Ahora el paseo terminaba en Alcalá, pero aún así… bateu saudades.

domingo, octubre 05, 2008

Annus Mirabilis

El cielo está de fiesta,
Cantan y hay una orquesta.
Todo listo para la ocasión.
Buenos os habéis juntado,
Debe de haber una celebración.

Papi, ¿cómo es el cielo?
Imagino el sol reflejado en tu pelo.
No hay más dolores,
¿Serán azules las flores?

Papi, te tengo un encargo.
Pero antes, estate asegurado
¿Es blandita esa nube?
Atento, papi, que sube.
Trátala con amor,
Y papi, por favor,
Pregúntale a Dios
Qué pasa este año.

Una racha de cabezas gachas…
Pero ni migas, ni amigas.
Annus terribilis, dicen.
Annus mirabilis, piden.

Papi, ¿cómo es el cielo?
Cuida de tus hermanos,
Yo reparto sonrisas, mis manos,
Y en el mundo
No oscurece el cielo, es claro
Aunque profundo.

El cielo está de fiesta,
Cantan y hay una orquesta.
Todo listo para la ocasión.
Buenos os habéis juntado,
Debe de haber una celebración.

miércoles, octubre 01, 2008

Puerto Rico V

Tan encantados quedamos con la maravilla de Playa Sucia, que al día siguiente tuvimos que volver a ensuciarnos. Orlando, Ana, Guillermo y yo; el cuarteto zascandil en marcha otra vez. Aparcamos bajo una sombra, al lado del agua rojiza de las salinas. Nos bajamos y empezamos cada uno a coger una mochila, una gorra, el termo de agua… y de repente un insecto a rayas volador se metió en la guagua. Con las puertas delanteras abiertas, y sacudiendo en defensa propia una toalla, Guillermo el valiente tartamudeó “Orlandito, Orlandito, una abeja- ¡Sácala, sácala!” Y soplaba, “¡Fúu-fúu! ¡Fúu!!”

Ese día todo giraba en torno y se respondía con Fu-fú.

Bajamos a la playa, e improvisamos una casita bajo unas ramas enredadas. Así, en la sombra colgamos toallas, pantalones y desplegamos el tenderete entero.

De cara al horizonte, los ojos gozaban de todo un espectro de luces. El agua a nuestro alrededor era clara y según mirábamos más allá, la corriente se alejaba en un verde casi amarillo, luego verde intenso, turquesa, azul marino, y al fondo el rosita del cielo, el blanco de una nube y encima de nuestras cabezas reinaba un azul muy claro.

Al medio día, después de un buen quemazo, volvimos a la casa de los abuelos a preparar las maletillas. Una vez duchados y refrescados, nos despedimos de los abuelos a quien cogimos mucho cariño en esos pocos días que invadimos su casa. Nos despedimos también del primo Orlandito, las aventuras a partir de entonces no serían lo mismo.

Luego camino a Ponce, con la perdida correspondiente incluida. En un laberinto de calles y casitas bajas, Guillermo llamó por teléfono a su tía pidiendo instrucciones. No se entendían, el carro avanzaba con destino difuso y Ana y yo muertas de risa. De pronto llegamos a un cruce; al final de la calle había un giro a la izquierda y otro a la derecha. Guillermo pregunta, “Tití, y ahora, ¿izquierda o derecha?”. Ella responde, “De frente.” Y él contesta, “No puedo.”

Desde ese momento la conversación es imposible de reproducir, pero fue más o menos algo así:

- Síguelo, síguelo de frente.
- Pero ¿izquierda o derecha?
- Guillo, derecho.
- Tití, no puedo seguir derecho. ¿Izquierda o derecha?
- De frente.
- Tití, ¿izquierda o derecha?

Reconstrucción de la escena: Guagua parada en el cruce; una señora tocando bocina en el carro de atrás; la tía al teléfono dando direcciones confusas; la cara de Guillermo desfigurada; Ana y yo intentando aguantarnos la risa; la voz de Guillermo que cada vez ponía más énfasis en la “i” final de tití, y la “r” de izquierda se convertía en una “l” descarada. “Titííí, de frente tengo una casa. No puedo seguirlo derecho. ¿Ihquielda o derecha, Tití!?

Ya no me acuerdo para dónde tiramos, pero al rato salimos a un sitio que “le sonaba” a nuestro conductor, y así llegamos finalmente a casa de Titi Millie. Una sonrisa encantadora nos invitó a pasar a su casa, y nos presentó a los primos pequeños Jorge y Paola. Comimos una lasaña deliciosa y una tarta de queso ¡…mmm!

Después de la visita fuimos para la Guancha de Ponce, un muelle de madera enorme, excelente para pasear, con chiringuitos y bares para Medallas fresquitas, y con una barandilla hecha a mi medida para apoyarse y mirar el atardecer con los mástiles de los veleros a contraluz. Luego dimos una vuelta por la playa, donde el viento casi nos lleva. Cuando ya tuvimos el pelo enredado con nudos de por vida, nos fuimos.

De camino a Cidra quedamos con nuestra amiga Delmarie para vernos en un bar llamado Double Six. Allí estaba Delmarie con su amigo, esperándonos para jugar una partida de billar, tomar una cerveza y recordar los meses en Nueva York, donde nos hicimos amigos. Esa noche fue capicúa: Risas-Billar-Risas-Pizza-Risas.

Más tarde, al llegar a casa nos preparamos para descansar. Dimos las buenas noches y Ana y yo nos fuimos a nuestro cuarto, encendimos el ventilador y apagamos las luces. Estaba todo oscuro y en silencio cuando Ana saltó en su cama, “¡Ay mamá, una cosa ha volado de lado a lado!” Yo respondí lo típico de uy-sí-ay-qué-miedo-duérmete. Pero Ana insistía, así que prendí la luz. Nada. Apagué la luz de nuevo. Pero dejé los ojos abiertos, y entonces, de repente lo vi: una luz cruzó de lado a lado la habitación. ¿Eh!? Corrí a la cama de Ana y me metí a su lado. Y fiuuuum, ¡otra vez! Una luz voló por encima de nosotras.

En un impulso me destapé, salí al pasillo y llamé a la puerta de la otra habitación. Guillermo salió a ver qué pasaba, “Hay una cosa…” e indiqué el camino a nuestro cuarto. Su hermano Gerardo nos siguió. Entramos, encendieron la luz, y enseguida Guillermo se acercó a la pared para coger entre sus dedos un pequeño insecto. ¡JAJA! Tronó su carcajada. “¡Sólo es una luciérnaga!” Y Gerardo y él no pudieron contener la risa que les daba vernos asustadas por una luz sospechosa que volaba a nuestro alrededor en la noche.

Ellos burlándose y yo medio avergonzada y divertida, nos giramos riendo para ver a Ana en la cama tapada hasta la coronilla, que asomaba la cabeza por detrás de la sábana.