Estaba en la 57 con Lexington, a tres avenidas de la Quinta. No lo pude resistir. No es que no tuviese nada que hacer, pero estando tan cerca, tenia que acercarme a la Quinta un momento. Llegué y por allí pasaban decenas de extraños, como siempre. Espera, cuidado, ah, pues mi gorro ha salido en la foto de esa francesa. Yo no sabia que ese gorrito me iba a ganar un amigo más tarde. Bueno, pues… Ya que estaba, podía asomarme a Central Park. Total, estaba ahí al lado. ¡Ay, todo nevadito! Fue superior a mis fuerzas.
Entré al parque, y por metijaca me resbalé en las escaleras y casi acabo en el estanque congelado con los patos. Pero me levanté y seguí paseando hasta que se acabaron las pilas de la cámara de fotos. Regresé sobre mis propios pasos y, otra vez en la Quinta, me vi tentada. No, tengo que hacer cosas. Ya, pero…ya que estoy aquí. No. Bueno. Hice un pacto conmigo misma: bajo andando un poquito y luego cojo el autobús a casa. Vale. A la altura del hotel St. Regis giro hacia Lexington y ya me voy. Y de repente ya estaba en la esquina de Gucci. ¿Eh? Si aquí está Fendi. Prada la pasé hace un buen rato, y ya estaba enfrente del edificio de Cartier. Está bien, ganó la conciencia. Giré.
En Lexington, llegaba justo a tiempo el 103. Subí al autobús y me senté al lado de la ventana. De pronto alguien me tocó por la espalda. Me di la vuelta. “Excuse me,” me dijo un hombre de color, grandote y sonriente. “Perdone que le moleste, ¿Dónde ha comprado ese gorro?” Le parecía muy bonito y quería comprarle uno igual a su hermana y a su sobrino. Mi chuyo (orejero) peruano lo había comprado mi madre en el Mercado Indio de la avenida Petit Thouars de Lima, pero no quise desanimarle, y le dije que quizá lo encontraría en un puesto de esos que ponen en las esquinas.
Qué amable, es que es tan bonito. Para mi sobrino, porque he perdido al resto de mi familia, pero lo que conservo hay que cuidarlo mucho. Y yo, afro-americano de Nueva Jersey, he pasado mucho, y ahora aprecio las pequeñas cosas. Como esta conversación. ¿Crees en Dios? Reza por mi. Por cierto, me llamo Howard Hughes, como el piloto. Gracias por ser tan sociable, y esa sonrisa es sincera, si, es un don. Y aguantas bien la mirada. Bueno para las entrevistas. ¡Estudias periodismo! Claro, eso te va a venir bien. Aprovecha los estudios, que yo no pude. Y ahorra, que luego nunca se sabe. ¿Eres de Nueva York? ¡De España! ¿Que sois allí, latinos? Ah, blancos. Wow… hoy he conocido a una persona de España… ¿Parama? ¿Palama? ¡Paloma! Qué bonito. Cuídate, cuídate.
Ya me había pasado el trayecto hablando, o más, escuchando. Me bajé dos paradas más allá y tocó andar en el frío y luego ponerse a estudiar. Pero había paseado por la Quinta y Central Park, y había conocido a Howard.