domingo, diciembre 31, 2006

Lo de la Lourdes

Estas vacaciones en casa de la abuela no podía faltar la visita a la peluquería, que es un gran espectáculo a pesar de estar en un diminuto pueblo manchego. Por eso, nada mas llegar le pedí a mi Abuela que pidiera hora. Mi abuela llamó a la Lourdes, la peluquera oficial de Bienservida, hija de la Basilia. La Lourdes tiene muy mala fama, de hablar a gritos, de torcer la cara y dar malas contestaciones. Pero claro, hay que aguantarla porque “te deja muy bien, eso si” y además porque ya es parte de la tradición. Todos se quejan, pero a nadie le gustaría que la Lourdes le dijera algo bonico, porque se quedarían consentidos de que no le haya dicho ninguna barbaridad.

Me dio cita el viernes a las seis y media de la tarde.
“Nena, no hagas tarde pa ir ca’ la Lourdes,” me recordó mi abuela. “Ojo, no llegues tarde que la Lourdes te tiempla,” me advirtió mi tío. Y es que la última vez que pidió cita mi abuela, se le pasó la hora y se olvidó. Claro, la Lourdes llamó a casa de mi abuela:

- ¿Diga?
- ¿Qué haces? ¿En qué estás pensando?

Esa fue toda la conversación. Mi abuela salió disparada escaleras abajo, hasta ca’ la Lourdes.

Mi madre y yo llegamos cinco minutos antes de la hora, por si acaso. Resulta que le estaba lavando el pelo a Marichel, una prima de mi padre, y aún había otra señora esperando. Nos mandó volver a las siete y diez. Claro que nosotras broncas a ella no podíamos echarle porque sospechamos que en un arrebato me cortaría la oreja.

Volvimos a las siete y diez, y ya estaba la otra señora terminando de ponerse los rulos. La peluquería es una habitacionceta pintada de amarillo mostaza, con un espejo grande en una pared y una estantería blanca con potingues en la otra. En una esquina está el lavadero de cabezas, y delante de la ventana hay dos secadores astronáuticos –de los que metes la cabeza dentro y no te enteras de nada- y una mesa camilla con silletas alrededor, con brasero y todo.

Allí sentada estaba la Loli, una prima hermana de mi tío, dándole conversación a la Lourdes. Entramos y nos mandó cerrar la puerta, que entraba frío. Mi madre se sentó en una silleta y la Lourdes me empezó a lavar el pelo. Me preguntaron qué tal por Nueva York, que si me gustaba la carrera que estaba haciendo.

- Lo importante es estar bien donde se esté, dijo la Loli.
- Pos si, pero yo a America irme tan largo no, contestó la peluquera.

Luego me trasladé a la silla frente al espejo y mientras me cortaba las mechas, la Lourdes y mi madre hablaban de mi pelo y lo comparaban con el de mis tías, porque la Lourdes se conoce las cabelleras de todo el pueblo. “Tiene tanto pelo como la Amparo, pero es fino como el de tu suegra,” sentenció la de las tijeras, y hablando del Rey de Roma, asomó mi abuela por la puerta.

- Entre que se escapa el gato, le dijo la Lourdes.
- No, si yo solo quiero que me des hora para mañana.
- ¡Pase que se va el gato!
- Ay, por Dios, dijo mi abuela. Y cerró la puerta enseguida.

Mi abuela se sentó al lado de mi madre, y nos contó que se iba porque llevaba prisa para hacer no sé qué y no sé cuantos. “Pues espérate una miaja, que está aquí tu nieta,” dijo la Loli. Y allí estuvieron mi madre y mi abuela conversando de banalidades con la Lourdes y la Loli mientras los restos de mi melena quedaban para el recogedor.

- Lourdes, dame hora para mañana, insistió mi abuela.
- ¡Porque usted lo diga!
- Hombre, que me voy a pasar la Noche Vieja a Albacete.
- Ea, pos nada.

Y se liaron con otro bla-bla-bla de porque este Año Nuevo no lo pasaba en el pueblo, y que los hijos y los nietos, pero que se volvía para Reyes.

-Bueno, ¿Me vas a decir una hora?
- A las doce y media, le espetó.
- Ea, ¿Y tanto te había costado?
- Na, que así ha pasado más tiempo con su nieta.
- Eso si.

Y en estas entró mi padre. “Cucha, no podrás decir que no es hija tuya, ¿eh?” dijo la Loli. “Je, pues no lo digo, no.” Mi padre nos dijo que nos esperaba en casa, y al salir por la puerta se volvió y le dijo a la Lourdes, “Que sepas que tienes el suelo de tu casa lo mismo lo mismito que el de la Catedral de Lima.” Y se fue. “Ea, pos que estará viejo, me habrá querido decir,” supuso ella.

Al rato entró allí la Basilia, madre de la Lourdes, y saludó desde la puerta a la Loli. “¡Pasa y cierra!” le gritó su hija. Pero las otras dos charlando tan contentas. “¡Mama, que pases y cierres que se va el gato!” Vociferó terrorífica con las tijeras demasiado cerca de mi cogote.

Y es que la Lourdes y la Basilia son de tebeo. Cuenta mi abuela que en una de sus visitas a la peluquería –la Lourdes estaba de mal humor, para variar- y entró la Basilia para ver que hacía de comer.

-He pensado hacer macarrones, dijo la madre.
-¡Te los comes tú!, escupió la otra.
-Ea, nena… Pues ya pensaré otra cosa.

Y cuando ya se iba la Basilia por el pasillo, salió la Lourdes detrás de ella, “¡Pues échale mucho chorizo, aunque sea!”

lunes, diciembre 18, 2006

El universo

Las estrellas existen para que el cielo sea azul, y éste, para que brillen las estrellas. Soy bruji, nena, bonica, gusanito y gusi, ratita… hasta la niña bonita nanai-nanai. Y solete. También soy cielo y no cuelgan de mi luceros, sino que este cielo se agarra de tres estrellas. Y en un universo tan grande no nos vemos, no alcanzamos a juntar las manos. Pero a miles de kilómetros este mensaje viaja en años luz: que ante todo y sobre todo soy hija de mis padres y nieta de mi Abuela.

viernes, diciembre 15, 2006

Como ratones

Esta noche les vi jugando en la Cuarenta y dos . Tan alegres, iban jugueteando por las vías. Los pequeños Herbert y Ginny. Me alegre de verlos, les pregunte por Omar y Jake, que viven en la estación de Bleecker. Al parecer, Omar ha engordado un poco… ya sabes, por lo de la comida basura. Que graciosos. Que viene, les advertí. Quitaros de ahí que viene el tren. Corrieron riendo en dirección opuesta y cantando Que viene, que viene.

martes, diciembre 12, 2006

La cena

Servilletas, cubiertos;
Bebida,
Cesta de panes,
Ensalada,
Calamares,
Cesta de panes,
Macarrones,
Ravioli,
Fetuccini,
Cesta de panes,
Pollo,
Uvas,
Tarta de queso,
Helado,
Tiramisú,
Café.
Y despues de una larga sobremesa, terminamos de cenar a las nueve de la noche.
Claro, si se empieza a las seis...

domingo, diciembre 10, 2006

Fotografía

Hoy dejé manco a un cascanueces
Y me tropecé en la acera.
Me tomé tres cafés y un tazón de “chocolate caliente congelado.”
Esta tarde vi una ardilla,
A un hombre por la calle con su tuba…
Cené pizza, y en una de las conversaciones dejaron caer
Que iría al infierno.
Maté a una cucaracha
Y casi pierdo una bufanda.
Después de la foto y unas risas le devolví el brazo de madera al soldadito de plomo.

miércoles, diciembre 06, 2006

En caso de duda

Estaba indecisa. Me pongo el gorro o no... Decidí que para un día que no tenía las orejas congeladas dejaría el gorro en el bolso.

Di tres pasos y una paloma me cagó en la cabeza.

Al limite III

Dos pasajeros seguían conversando mientras ella pedía limosna. Al parecer las voces interrumpían su cometido; Se dio la vuelta y les dijo, “Si no os importa, estoy intentando ganarme un poco de simpatía.” Y siguió contándonos sus penas.

De pronto frenó el tren y todos nos balanceamos, agarrándonos a la barra más cercana. Ella no alcanzó y, para mantenerse en pie, se sujetó en el brazo de una viejita. La cara arrugada y dulce de la mujer de pelo blanco se transformó en un instante en un bicho feo y depravado. “Quítame las malditas manos de encima,” le escupió pegándole con el bolso. Get your damm hands off of me!

La otra encogió los hombros, y le reprochó, “Hoy me ha atropellado un camión y a nadie le importa.”

En este momento me entró la duda: reír de lo absurdo, o llorar de lastima, comprarle un café caliente a la pobre, o pegarle un puñetazo a la otra.

En el metro uno nunca sabe.

domingo, diciembre 03, 2006

Experimento VI

Este domingo tocaba Harlem, el barrio negro de Manhattan. Mother AME Zion, iglesia Metodista Episcopal Africana de la Madre Zion. Fue la primera iglesia negra de Nueva York, a donde escapaban los esclavos a rezar a escondidas. De hecho, esta iglesia se separó de su congregación original porque sólo admitían a los blancos en los bancos de la planta baja, y segregaban a los creyentes de color en la parte superior.

Esta mañana eran casi las once cuando entramos por la puerta lateral, y la ironía se rió de nosotros cuando los acomodadores nos mandaron al balcón de arriba. Subimos unos cuantos tan blancos como la sal. Nos sentamos en bancos de madera oscura y brillante. El techo era alto y las columnas estaban cubiertas de la misma madera. Frente a nosotros estaba el órgano. Me asomé a la barandilla dorada y vi el patio inferior, repleto y multicolor.

Empezó la misa y subieron al altar cuatro mujeres con túnicas negras. Se sentaron en cuatro sillas, dos a cada lado del gran trono, donde se instaló un hombre opulento, de pelo y bigote gris, con túnica roja roja roja. Desfilaron los coristas hasta el frente y luego giraron hacia las escaleras. Subieron en silencio y ocuparon sus lugares enfrente de nosotros.

Tronó el órgano. Retumbó el gospel. El sermón inundo el vacío. Aunque vivamos tres mil años, nunca es suficiente para dar gracias a Dios. “Thank the Lord.” Y gracias a Jesús. Todos en pie, tocando palmas y:

Thank you Jesus! Thank you Jesus! …come a long way… Thank you Jesus! Thank you Jesus, thank you!

El grandote nos invitó a levantarnos y abrazar a nuestros hermanos, diciendo “God loves you and so do I,” Dios te ama, y yo también.

La túnica roja alzó su voz negra. El Señor nos protege, somos afortunados. “Oh, yeah!” contestaba alguno en los bancos. El Señor está con nosotros, el Señor ilumina nuestro camino. El Señor nos ama. “That’s right!” Gracias, Señor! Gracias señor! Y pronto se enredó en gritos que con el eco y los fallos de micrófono sonaban a ladridos. Daba golpes al atril. Y todos sonreían, de vez en cuando aplaudían a sus palabras, “Oh, yeah!”

Hallelujah Lord!

De nuevo se estremecieron los tubos del órgano. Oh, Señor, soy yo quien se alza en necesidad de oración.

Oh Lord, it’s me, it’s me standing in the need of prayer!

La gente rugió en gospel y estallo en bailes; Mecidas de cuerpo al compás de palmas.

Oh Lord! It’s me, not my brother, not my sister, it’s me, oh Lord, standing in the need of prayer!

Oh, Señor, soy yo; ni mi hermano ni mi hermana, soy yo quien se alza en necesidad de oración.

Aleluya…Aleluya… y al final de misa fuimos a saludar al hombre de la voz. Nos dio la mano, “God bless you,” y nos mandó con Dios.

viernes, diciembre 01, 2006

Al limite II

Una mujer con el pelo descolgado de la cabeza, arrugas en el alma y arrastrando un carro de bolsas negras, entra en mi vagón.
- Excuse me, can I have your attenion, please. Vivo en pobreza total, no tengo dinero… así que no puedo alquilar un lugar donde vivir. Aunque tuviera dinero no me alquilan ningún sitio porque no tengo trabajo… pero nadie me quiere contratar…
- Shut the f*ck up!! – Que se calle, le interrumpe una rubia de pelo teñido y ojos saltones.
- Right, fácil es decirlo.
- Shut the f*ck up.
Se abren las puertas en la próxima estación. Con el alma rota nuevamente se gira para bajar al anden.
- Espero que ninguno de vosotros tenga que sufrir esta pobreza.
- Shut the f*ck up!! – Le despidieron. Ni siquiera tuve tiempo de reaccionar y darle un poco de metal que calmase mi conciencia.