lunes, agosto 31, 2009

Un buen día en Manhattan

Levantarse temprano y comprar café y un bagel en un carrito de cualquier esquina; para llevar. Al cruzar la calle entrecerrar los ojos y ver los flashes de taxis amarillos volando, sentir el paso de la gente, los ruidos, el ritmo de la ciudad y mezclarse, ser parte. Tararear New York State of Mind, sentarse en Madison Square a tomar el café y leer The New Yorker a la sombra, con vistas al edificio Flatiron y a tres tarumbas practicando Falum Dafa- una especie de Tai Chi- con su música relajante, impasibles a las sirenas, la marcha de los autobuses, los turistas despistados, los ejecutivos apresurados, los curiosos que se acercan.

Escribir con el sonido del agua de la fuente detrás y, de repente, una ardilla. Dar un último sorbo al café y bajar caminando al mercado de hortalizas de Union Square. Luego al rastro de la Sexta Avenida y seguir paseando por el Village. Tomar un bocadillo de pavo y mostaza y miel en la terracita de Speranto. Coger un café to go y sentarse en un banco en Washington Square, contemplando el arco, al fondo el Empire State, delante una fuente concurrida y observar a la gente. Escuchar: músicos, malabaristas, ancianos, niños, perros, estudiantes deportistas, extranjeros fascinados, neoyorkinos sin sentido del ridículo.

Acercarse a ver alguna partida de ajedrez, entablar conversación con quien se preste. Intercambiar vidas unos minutos y luego despedirse con un apretón de manos. Cruzar caminando Greenwich, Tribeca, quizá llegar a orillas del Hudson.

A la vuelta parar en la tienda de los discos de vinilo alrededor de Bedford, husmear en las floristerías, imaginar que estás en Nueva York y luego ver que lo estás. Sentirse bien. Caminar a paso de paz y en la intersección de Bleecker y Mc Dougal elegir barecillo o bistro con mesita fuera, mejor si es en la esquina y pedirse una cerveza.

Ese sería un buen día. Un día tranquilo.

Pero mucho mejor mejor mejor sería un día arrebatado surcar con buenos zapatos sus calles y avenidas, tirando de los Serranos de Bienservida por cada esquina. Imaginar que estás en Nueva York con la gente que quieres, y luego ver que estás… y ellos también. Intentar estirar el tiempo y acortar caminos. Encantarles con esta ciudad. Sentirse bien, muy bien.

Perdonadme por llevaos desbocaos, pero familia, lo teníais que ver.