domingo, junio 28, 2009

De gente que me hace muy feliz

Después de que el viento tirase unas vallas:
- Ha debido de haber un ventanal...

Del condimento en la ensalada:
- Ya está alineada.

Redactando un documento:
- No sé qué encabezonamiento poner.

Por la carretera:
- Había un coche averiguado.

Rellenando datos:
- ¿Qué piso es?
- Primero B.
- ¿De Barcelona?
- No, de Madrid.

Sobre un pervertido encarcelado:
- Le detuvieron por pediatra.

Sobre los nuevos acompañantes:
- Se nos agredieron dos.

lunes, junio 15, 2009

Una mañana en el pueblo

Salimos de casa ya desayunadas, y en la puerta nos volvemos a mirar el marco a ver si sigue el par de golondrinas viviendo ahí, en nuestro escudo Mozárabe. Todo despejado esta mañana, pero los escaloncetes están bien cagaos. Volverán esta noche cuando refresque, porque ahora hace un caloruzo…

Mamá y yo empezamos la vuelta a la manzana y nos encontramos con el primer vecino, el hijo de la Maruja y el Gitanillo, que sale en ese momento.

- Hola Jóse, ¿cómo está tu madre?
- Pueh ái anda, mejorando.
- Me alegro.

Y en la puerta de al lado está la Carmen –conocida como la técnica, por ser mujer del técnico, también llamado el Gallo- haciendo guardia con los brazos en jarra mirando a sus nietas jugar en la plazoleta.

- Hola, Carmen.
- Holáaa, ¿ya vais?
- Éa, a dar una vuelta.
- Éa.

Giramos la esquina en el callejón y nos aplasta el soletón al llegar a la plaza. Llamo a casa de la abuela, me abre y subo. Le digo que si necesita algún recado, y me dice que no, que ella tiene que salir también a hacer la ronda, que tiene asuntos pendientes desde que se fue a Albacete.

Mamá y yo seguimos calle abajo y entramos al estanco. No hay nadie. “¿Fé?” pregunta mamá. “¿Fé!?” Y sale al mostrador, “Ya voy ya voy, es que estaba haciendo la comida.”

- Te dejo aquí el dinero del periódico ¿eh?
- Muy bien. ¿Ha venido Carmen ya?
- Si, ha dicho que ahora vendría a verte.
- Muy bien.
- Hasta luego.

Seguimos por la calle y nos cruzamos al tío Juan José con su bastón y sus gafas, su camisa y su boina, que camina despacico con el hijo del sastre. "Holáaa," decimos al cruazarnos, a lo que responden con un rápido movimiento de cabeza hacia arriba (como una corná), acompañado de un arqueamiento de cejas, lo que viene a ser un: Qué hay.

Y detrás de ellos viene la Jácin.

- ¿Vais pa’el café?
- Ahí vamos.
- Éa pos muy bien, nosotros venimos ahora de allí.
- Mu bien, venga.

Y ya en la esquina de la cafetería nos encontramos a la Angelita barriendo, la mujer de Juan Carlos, el del Chato, hijo de la Fé a quien antes saludamos.

Entramos, a la vez que salía la Marina Algaba. "Holáaa." Y al cruzar la puerta agradecemos el aire acondicionado. Nos dirigimos a la barra, en un lado está Marín, el electricista, tomando un café con Jota R. Yo les saludo con la (ya conocida) corná, y mamá se acerca a hablar con ellos mientras yo pido dos cafés.

Al salir nos dirigimos Ca’la Micáela, a comprar pan y tomates. Entramos y ái está la abuela.

- Holáaa, decimos mamá y yo al unísono.
- Hóoola, responde la Béatrix, al otro lado del mostrador.

La abuela se vuelve y nos ve, “¿Me andáis buscando?” Me abrazo a ella y mientras la Micáela le pone unos tomaticos y tres pepinos a mi madre, se desencadena la conversación abueloide:

- Mírala qué guapa, me dice la Béatrix mientras yo sonrío.
- ¿Esto? Esto es lo más guapo y lo más bueno del mundo.
- Né, eso y todo lo que no dice.
- Si, mi nieta si… sea lo que Dios quiera.

Pero en algún momento teníamos que volver a la realidad, así que de pronto dice mi abuela, “Ponme también una barrica de helao.”

Y hala, salimos de la tienda, mamá con sus tomaticos y pepinos, yo con las bolsas de la abuela, y la abuela con su monederete y la llaves en la mano. En la misma puerta nos encontramos con la Maruja Algaba (otra, que no es Maruja la mujer del Gitanillo ni la Maruja del herrero).

- Hombreee, Maruja, ¿Cómo estáis? dice mi abuela.
- Uuu, hóoola.. Y nos damos todos los besos.

Entonces nos hace las preguntas de rigor:

- ¿Es que estáis aquí?
- Si…
- ¿Y cuándo os vais?
- El domingo ya.
- Pos y eso, éa pos a dar una vuelta ¿no?
- Claro, a dar una vuelta.
- Pos muy bien.

La abuela le pregunta por el viaje a Roma que ha preparado el cura, y que es el tema de conversación de estos días.

- ¿Vas a Roma, Maruja?
- No, hija no.
- ¿Pos y eso?
- Pues porque.. me he arrepentío.
- Mmm.. pues te tengo yo que decir unas cosas.
- Éa si, hija pero tengo a la María que no puedo irme.
- Si, eso si.. ¿Cómo está?
- Éa, pues con noventa años que va a cumplir si Dios quiere, pues no me puedo ir. No vaya a ser que me pase lo que… cuando mi hermano. Y me arrepentío.

Y ya se enredan la abuela y ella en sus cosas.

Y en esto llega la Lola, hermana de la Jovita, y hermana también de la Clementa, madre de Mocolili, que fue amigo y quinto de mi padre. “Holáaa,” dice mi madre.

Y otra vez,
- Uuu, ¿Es que estáis aquí? ¿Y cuándo habéis venío?
- El jueves llegamos.
- ¿Y hasta cuándo os quedáis?
- El domingo ya nos vamos.
- Mmm.. pero vendréis en el verano, ¿no?
- Si, ya en el verano nos estamos más tiempo.
- Éaaa..

Y le dice mamá, pasándole la mano por el hombro:

- Estás muy bien, ¿eh? (Así darle en tó el gusto y catalizar la conversación hacia uno de los temas preferidos)
- Si.. un poco mareá, pero sí, estoy muy bien áora.. Fijate si vine… me vine al pueblo p’ tres meses y llevo once.
- Olé, entonces…
- Si, estoy muy bien. Como no tengo médico de ná, na más que los medicamentos que me tomo, pues estoy muy bien. Un poco mareá, pero no deee… Pero que, de lo deee, ná… ¿sabes tú?
- Claro, claro…
- Éa pues voy a ver si veo al electricista.
- Muy bien.
- Ale, adiós, le digo con una sonrisa.

Y mientras se aleja, volvemos automáticamente a la conversación de la abuela con la Maruja, y sigue la abuela:

- El jueves, si, al médico y me ha quitado de golpe el Sintrón y el Trangorés. Me ha dicho que estoy muy bien, pero yo… a mi me da miedo. Porque tantos años tomándolo y así de repente… Y en Roma.. Pues yo cuando vuelva pues ya..
- Pos claro, haces mu bien, Carmen.
- Bueno.
- Venga, pos hala. Adiós. Adiós.

Y seguimos por la calle las tres pipiolas, glin glin glin… a lo lejos vemos a la Lola (no la de antes, sino la Lola Gárriga, que va calle arriba). Vamos andando y en la puerta de su casa están Marín –el de antes- y su hija Alicia. “Holáaa,” dice mi madre. Marín saluda con la corná, mi madre le dice a Alicia que se pase esta tarde que ya habrá venido mi cuñá, “Mu bien,” contesta. Y yo le sonrío, y doy la corná de Hasta luegooo.

Entramos otra vez al estanco y la Fé atiende a la abuela mientras entra la Tere Vera, “Hola Tere,” le decimos. “Uy, si estáis aquí todas, que no os he visto.” Y nos damos los besos.

- Tere, ¿cómo estás? Pregunta la abuela.
- Mira, estoy… que Pepe está…
- ¿Pos y eso?
- Que está, mira, como un niño chico. Y ayer cogió el coche.
- Ah si, nos lo contó la Jácin que le había visto, interviene mamá.
- Pues si, la Jácin que se lo encontró parao en medio de la calle con el coche… Y mareado… llegó a casa. Yo había visto que se había llevao el coche. Le digo, ¿Y el coche? Ái está. Digo, si claro, porque has vuelto.
- Mmm…
- Si hija si, estoy… pero eso… me toca a mi.
- No me lo digas siquiera… Pienso mucho en ti, Tere, le dice mi abuela.
- Éa claro, ya lo sé. Pero qué le vamos a hacer.
- Éa..

Y entró la Angelita (pero otra, no la de la cafetería) y ya nos despedimos. Salimos y subimos la cuesta. Ya llegando a casa vemos a la Jácin que salía de casa la Mari Carmen, y viendo que se va a parar a hablar otro poco, dice mamá, “El helado tié que estar bonico.” Uuuh… cojo la llaves y lo subo a casa, lo meto al congelador y al bajar ya me estaban esperando las dos.

"Yo sigo casa de Jesús que tengo que comprar carne," dice la abuela. "Venga pues te acompañamos a la esquina y nos vemos ya para comer." Dejamos a la abuela en la cuesta de Cano y nosotras seguimos para casa.

Nada más entrar le suelto las bolsas a mamá y le digo, "Toma, corre, que tengo que hacer… cosas. Urgentes."

Y me senté a escribir.