domingo, febrero 04, 2007

Y de propina

En la calle 23, entre la Primera y la Segunda Avenida están dos de nuestros sitios preferidos para comer. No precisamente por sus delicias culinarias, sino porque nos encontramos a gusto, los camareros saben nuestros nombres y, sobre todo, porque al ordenar nuestra ración podemos decir “tráeme lo de siempre.”

Cosmo’s está abierto las 24 horas. La decoración tiene unos cuantos años; el piso es de baldosas grises y los bancos de sky, de los que hacen pedorretas cada vez que te acomodas en tu asiento. Las paredes son rosas, y están decoradas con pequeños espejos colocados en forma de rombo. La barra es para los que comen solos o de prisa, y los taburetes están pegados al suelo y no dan vueltas. Nuestra mesa está entrando a la izquierda, al fondo del todo, y allí nos sentamos tres amigas el jueves de madrugada.

Isadore es griego y nuestro camarero. Se está quedando calvo, lleva muchos años en Nueva York y le gusta jugar al Trivial. Abre los brazos en saludo cuando nos ve llegar, y nos reprocha que no hayamos vuelto en casi una semana. Me dice Spanish Baby y nos acompaña a la mesa. Pregunta por el resto del grupo, y luego que si acertamos la capital de Libia nos invita al café. Por Trípoli que no pagamos la bebida.

Isadore nos trajo tres vasos con agua y hielo, pero no se molestó en preguntar lo que íbamos a comer. A mi me trajo los huevos revueltos con bacon y patatas fritas con tostada y mermelada, a Mary su tortilla de queso, patata asada con mantequilla y salchichas. Y a Alison, la m’as normal, le contentó con un cuenco gigante de ensalada y pollo.

En estos mundos el café se toma durante la comida, no después, y cuando la taza se queda vacía te la vuelven a llenar. Mary quiso nata en su café, e Isadore llegó a la mesa con la lata-spray amenazando. Coronó su café de blanco, y luego le dijo, “Abre la boca.” No, no, jajaja, qué haces, nooo jajaja, y le pintó una barba y un bigote dulce con el que nos moríamos de risa.

El otro sitio al que llegamos como al comedor de nuestra casa es el East Side Café. Este está decorado en tonos amarillos y el sky de los bancos es verde oscuro. En la barra está Jaime, latino y viejo, que se acerca y nos entrega los menús por costumbre, no porque los vayamos a abrir. “Güer ar de oders?” ¿Donde están los demás? Pregunta con su acento de extranjero acomodado. Y es que el viernes fuimos allí a almorzar, y otra vez, coincidimos las mismas tres de la madrugada anterior.

A Jaime le llamamos Hooka entre nosotros, por una broma de hace mucho tiempo que ya nadie recuerda, pero con el nombre se ha quedado. A East Side nos gusta ir a partir de las 12 del medio día, cuando entra él a trabajar. Aquí pedimos diferente pero, también, cada uno siempre lo mismo. En East Side me gusta la Hamburger Deluxe, que viene con ensalada y las patatas de la casa. Hooka nos trae el café y nos distraemos mirando a la calle. Nuestra mesa está pegada al ventanal y vemos a la gente pasar. En breve sonará la tontería del día que desencadenará las risas del resto del fin de semana. Seguro.

1 Comments:

Blogger Dreamer said...

Isadore es genial! ¿Cuándo fueron los primeros Juegos Olímpicos? Nadie contestó, y sin café nos quedamos! :)

2/04/2007  

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