domingo, noviembre 05, 2006

Experimento V

Hoy tocó ir a misa de doce, y después de tantos domingos diferentes fui a una iglesia católica; la Catedral de San Patricio (St. Patrick’s Cathedral) en la calle Cincuenta, esquina con la Quinta. Tras semanas de Evangelistas, Metodistas y otras Protestantes -además de la ya lejana Sinagoga- este templo se me antojaba familiar. Tiempo hacía que no iba a misa de veras, pero hoy las puertas de madera maciza cavadas, los altos techos góticos, las columnas de piedra, el altar de mármol, las vidrieras de colores, y el retablo dorado me acercaron un poquito a casa.

Esta vez fui yo la que arrastré a un amigo (metodista). Estaba nervioso, pues nunca había asistido a una misa “solemne,” como dijo él. Entramos a la iglesia y me dirigí a la pila de agua bendita. Mojé mis dedos índice y corazón y me santigüé. Mi amigo hundió un dedo entero e hizo un movimiento parecido al que yo había hecho. Me siguió hasta un banco y enseguida sonó el órgano magistral. La catedral estaba llena. Todos nos pusimos en pie y recibimos la primera bendición del día. Cuando el cura nos dejó sentar, el crujido de decenas de bancos a la vez ampliado por el eco de los techos, me transportó de inmediato a las misas del pueblo en La Mancha manchega que hay mucho vino, mucho pan mucho aceite y mucho tocino, pero luego el padre dijo In the name of the Father, the Son and the Holy Spirit, y me acordé de que aquello estaba muy lejos.

Al empezar la lectura del Evangelio todos hicimos la señal de la cruz, y mi amigo se limitó a mover la mano de cualquier manera enfrente de su cara, muy serio y como sabiendo lo que hacía. Le cogió por sorpresa la comunión, que observó boquiabierto desde su sitio. Y después ¿porqué se arrodillaban todos? Lo que le dejó descolocado del todo fue aquél señor bajito y regordete del banco de alante, que de pronto se dió la vuelta, dijo no-se-qué de la paz, le sonrió y le dio la mano. Qué majo, pensaría.

Sin preguntar como ni porqué, acabó levantando el corazón hacia el señor. Ya lo dijo el cura, era justo y necesario.

Terminó la misa y el padre nos dejó ir en peace. No encontramos terrazas con tapa, no había bares con cañas, así que nos quedamos sin el aperitivo. Fuimos bajando la Quinta abajo y llegamos a Times Square. Compramos tickets para una obra y, mientras empezaba, nos comimos una hamburguesa con patatas fritas.

4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Y para tu amigo que tal el experimento. Besos. Mami.

11/06/2006  
Blogger PALOMA said...

Creo que se aburrió un poco, pero es lo que tienen las iglesias sin bandas de rock...

11/06/2006  
Blogger Turruchel said...

Te va a engordar el culo si siges comiendo hanmburgessas todos los domingos después de misa...

11/10/2006  
Anonymous Anónimo said...

Lejos es cerca en el corazón. Gracias Einstein por tus liturgias relativas

11/12/2006  

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