miércoles, julio 27, 2011

Llamar con los pies

En el pueblo vivimos todos juntos, aunque no todos revueltos, pero en un radio de muy pocos metros estamos todos ‘repretaos’. Lo que más nos gusta es juntarnos para reírnos, casi siempre de nosotros mismos, como buenos Navarro. Tenemos un humor fino y le sacamos punta a todo, como buenos Serrano. Algunos hemos pillao la enfermedad del moco y los estornudos de los Preteles, pero de ésta rama destacan las peteterías que nos caracterizan… En algunos casos más acusados que en otros.

En este afán que tenemos de estar juntos, es muy normal que hagamos rotación de casas y cada comida o cena le toca a uno organizar y a los otros colaborar. La familia se concentra en media manzana desde que la Abuela partió la casa en cuatro, pero el clan seguimos dominando tó dende el número uno de Ramón y Cajal, la fachada que da a la plaza hasta el ayuntamiento, el callejón p’arriba y hasta el corral de la farmacia en la calle la Fuente.

En esos días de reuniones es muy normal…

Bajas hacia la plaza sujetando un bandejusco de huevos rellenos con las dos manos, al girar la esquina del callejón corre un airecete que sin piedad monta el papel de aluminio en tu cara, que no puedes apartarte porque no puedes soltar la bandeja porque, nunca mejor dicho, pesa un huevo, y sigues pasete a pasete cuando, seguramente, se cruza la Chaparra o quien sea, y de lao, con un cacho de albal en el ojo le medio sonríes y dices, “Eeeh María,” y si tienes suerte de llevar ya unos días en el pueblo sigues camino, pero si no, se empenta en la ventana y, mientras sufres y disfrutas del momento, te hace un cuestionario a fondo muy revelador: “¡Qué! ¿es que estás aquí, nena? ¿Y tu madre? ¿Pos cuando habéis venío? ¿Y cuando os vais? Ea pues ná, nena.,” conclye. Y te despides, “ ‘enga, ‘dios.”

Entonces llegas ante la casa del tío o la tía que toque, muerta de risa por una parte y ‘esfelitáica’, como diría la tía Isabelius, por otro. Mientras los ñacos dan balonazos en la lonja y temiendo que un rebote alcance tu bandeja piensas, cucha los ñacuzos estos, y les gritas "¡Nenes! ¡Éiba d’éai!" Te plantas ante la puerta, o lo que imaginas tú que es la puerta detrás de tu máscara de aluminio. El llamador de la peazo bola de bronce está fuera del alcance de tus orejas, el botón del telefonillo dolería demasiado apretarlo con la nariz, y codazos a la puerta arriesgarían la integridad de los huevos rellenos. Sólo puedes llamar con los pies.

La vida es así de maravillosa. Y más compartida con mi familia y disfrutada en mi pueblo.
Qué ganas.

2 Comments:

Anonymous AMPA said...

SIIIIIIIIIIII, SI,SI,SI,,,ENGA, ENGA, QUE ESTO YA ESTÁ CHUPAO....NOS VEMOS, CARIÑETE.

7/28/2011  
Anonymous Anónimo said...

Es verdad, Navarros, Serranos, Preteles. Bienservida es una fuentecica llena de huevos revueltos.

8/22/2011  

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