sábado, septiembre 13, 2008

Puerto Rico III

A la cascada del Salto Curet, allá arribotas en las montañas, curvas, y curvas, y curvas… Tres vehículos en caravana buscando el Salto pero sin preocupaciones, pues como dijo el agrónomo Señor Flores “de Puerto Rico no salimos.” Iba escalando la guagua -la Pikachu- por los caminos, deshaciendo valles, raspando guineos (platanos) y cafetales. Llegamos a un pueblecete empingorotao en tres cuestas, sin faltar la torre de la iglesia en el centro. El pueblo es Maricao, cuyo gentilicio propicia alguna burla.

No encontrábamos el camino, y bajamos la ventanilla para preguntar a un matrimonio mayor que tomaba en no-fresco en su porche.

- Para el Salto Curet, por favor.
- Mira, mihijo, baja por ahí y a la derecha te vas a encontrar un cartel gigante de un Popular (un político)…
- Aha..
- ¡Lo rompes en cuatro!
- Jaja..
- Y sigues por ahí.
- ¡Gracias!

Finalmente llegamos. Aparcamos las guaguas y nos echamos al hombro las toallas y la merendeta, y todavía nos esperaba la travesía hasta la cascada con los amigos, los abuelos y los papás. Sujetando bolsas, cruzando el río de piedras, ayudando a unos y a otros, y al final el abuelo fue el primero, que saltaba de roca en roca y tiro porque me toca.

Allí estábamos con la familia y con amigos… ¡chapuzón! Un baño fresquito, vamos, dale, hasta la cascada, acércate acércate, toca la roca. El agua caía en nuestras cabezas, en la espalda nos masajeaba, y poco a poco nos empujaba hacia fuera. Entonces nos pusimos panza arriba a mirar el cielo, las rocas, la vegetación cerrada y unos insensatos que escalaban descalzos, pues CHOF, se les cayó una chancla… y el ruido del agua, el calor y el fresquito…

Merendamos allí todos, y de vuelta paramos en Lares; Otro par de horas de curvas para tomarnos en la plaza del pueblo los famosos helados de sabores raros: batata, ajo, zanahoria, “requezón,” etc. Riquísimos.

Por la noche paramos en Mayagüez, y dada la fama de “comer como mosquitos” que nos habían adjudicado sin razón, cuando el camarero me trajo un filetusco de carne roja y jugosa con patatas la abuela soltó una carcajada y empezó a aplaudir.

No dejé ni rastro en el plato, pero dio tema para amenizar la noche.

Además, eso del espanglish también dio juego. El abuelo empezó una conversación con el primo Orlandito.

- ¿Cómo se dice zipper en español?
- Esa la sé, cremallera.

Y como diciendo, ahora te voy a pillar, pregunta, “¿Y dressing?” Y como diciendo, no me vas a pillar, contesta, “¡Aderezo!”

Luego nos dicen que los españoles ceceamos. Pero la explicación es que en Puerto Rico se enseña que la Z se dice ceta aunque luego nadie pronuncia la C. Pero la cosa es que se enseña que la C se dice se, por lo que lógicamente entonces, los que ceceamos somos nosotros. Para ellos.

También en Puerto Rico, más en la parte central de la isla, se arrastran las erres. Las erres las dicen como nuestras jotas. Y a la jota le dicen hota, aspirada.

De ahí que la abuela me corrigiese: “No se dice jengibre, se dice henhibre.”
Para ella de la forma en que yo lo pronunciaba se escribiría renribre.

Y eso no era lo que yo quería decir. Qué risas.