domingo, diciembre 09, 2007

En el altiplano andino

Aterrizamos en Juliaca, la ciudad sin ley. La calle principal es la única asfaltada, y por ahí corren taxis adelantándose con sus bocinas, se cruzan señores cargando bultos en la espalda, sorprenden niños que saltan de la acera sin aviso, y triciclos que empujan a sus pasajeros, pedaleando y esquivando el tráfico y los baches, hábiles y fuertes, como todos por aquí. Estamos al sur-este del Perú, en el altiplano andino.

Empiezo a anotar chuminadas en mi libretita, y mi caligrafía parece de pronto un detector de temblores, mi bolígrafo sólo ha dejado rayitas indescifrables con el traqueteo del carro. Pero continúo porque conozco mis garabatos también. Entonces, se me explota la tinta en la mano. Por la altura. Se riega el azul por mis dedos y por las palabras, hacemos juego con el cielo. Seguimos por las calles de Juliaca. Hay mucho ruido, polvo, tonos tierra en las construcciones; muchos colores en la gente.

Cruzamos un callejón de vecinos. Un cartel dice: Prohibido el paso a meadores, borrachos y delincuentes. Pasamos varios comercios que ofrecen un negocio antiquísimo: Presto dinero. En una fachada descascarillada y medio derruida está pintado un aviso: Prohibido mear. Respete la Institución.

- ¿Y por qué mean tanto?
- Acá se toma bastante, si. Cerveza… chicha. Sí se toma. Lo que es de contrabando, la cerveza. Todo es bamba en Juliaca, Puno… hasta la bebida. Sí beben bastante. ¡Una bomba después, jeje! Lo malo es cuando hace frío y les da bomba, porque se quedan en la calle y se mueren de frío.
- Claro, si ahora es “verano” y llevo cuatro capas.
- Así es, en la época de más frío, que es junio, julio… duermo con cinco frazadas, con la estufa de aceite, me pongo los caletadores de carnerito y con un chuyo en la cabeza. De verdad, si. Hace un frío de la patada.

Salimos de la ciudad, hacemos camino entre colinas de marrones verdosos del altiplano, no como los marrones rojizos del Valle Sagrado. A los lados de la carretera vemos castilletes de adobe, cada uno pertenece a una familia. Es la aldea Atuncolla. No son casuchas, tienen su patio central, un arco en la entrada. Los niños juegan afuera, quizás demasiado cerca del paso de coches.

Llegamos a Sullustani. Pisamos el suelo rocoso, y vemos un agua azul intenso, sin movimiento. Es el lago Umayo. Y en el medio hay una meseta, la isla Umayo. El sol empieza a brillar por detrás.

Subimos un montecito. Hacemos paraditas cada pocos pasos; respirar a más de 3000 metros de altura y además escalando, no es moco de pavo.

Alcanzamos la cima. Encontramos las Chullpas: enterramientos cilíndricos, altos, que se ensanchan más hacia arriba. Pertenecieron a los Colla. Algunos están hechos con piedras sueltas superpuestas, esos debieron se los originales. También hay estos dos, construidos con roca maziza, cada trozo encajado a la perfección como un puzzle, la líneas rectas, impecables. Estos ya los hicieron los Incas.

Al bajar nos sentamos en un restorancito a comer algo. El sol iba bajando por minutos. Mira qué linda la puesta de sol. Si, así reflejada en el lago Umayo. Qué linda. Si, es el sunset andino, jaja.