lunes, septiembre 24, 2007

Cuentos: Delfines rosas

En la Amazonía de verde rebosante apareció de pronto una niña vestida como tu vecina. Nada sabía de cómo había llegado allí, pero pensó que algo tendría que ver el sofá de su salón y el picor de ojos que le había entrado después de comer.

El calor pegajoso de la tarde empezaba a empapar su camiseta. Quiso darse un chapuzón en el río, pero se acordó de la deliciosa cena de anoche —pirañas fritas-, y pensó que quizá no hacía taaanto calor.

En esto estaba su mente, cuando llegó Yaco, descalzo, semidesnudo y tan contento, a ofrecerle un paseo en canoa por el río.

Se fueron despacito, absorbiendo los rojos, verdes y amarillos intensos de la selva. Vieron papagayos azules y tucanes de pico de oro, y la niña se sorprendía cada vez que un mono saltaba y se quedaba colgado de la rama de un árbol tan casualmente.

Llegaron a un punto donde la canoa bailaba más que antes. La niña se acordó de haber leído en alguna parte sobre el encuentro de aguas. Pequeñas olas de agua negra se impulsaban contra olas de color tierra, pero cual aceite y vinagre, las aguas no se mezclaban. Al ver la cara de impresión de la niña, Yaco le explicó sonriendo, “Aquí se juntan el río Negro y el Solimoes, y nace el río Amazonas.”

La niña confesó que era lo más bonito que había visto jamás, pero Yaco le contestó que todavía le quedaba por ver algo más.

El niño siguió remando, guiando la canoa por las aguas hasta que llegaron a un lugar del río tan amplio que parecía mar. Yaco dejó el remo dentro de la canoa y con una tranquilidad inquietante empezó a recorrer la superficie del río con la mirada. Luego fijó la vista en un punto a varios metros de distancia, donde el agua estaba en calma, y dijo, “Esto es lo más bonito.”

La niña miró el agua como quien mira un papel de caramelo en el suelo.
- ¿El qué?
- Espera…

Todo quedó en silencio, y la niña decidió imitar a su amigo, e intentó concentrarse en un cacho de agua a lo lejos. “Espera…” susurró Yaco.

De pronto algo surgió de la nada: un cuerpo limpio, redondeado y rosa, resbalando agua, que mostró su aleta, sacudió la cola y volvió a sumergirse en la calma.

De nuevo el silencio, pues la niña no supo qué decir. “Delfines rosas,” dijo Yaco. Entonces de nuevo apareció una aleta rosada, chof… chof chof… Volvió a desaparecer. Y la niña consiguió un Oohhh.


Esa noche la niña se fue a su choza como flotando. Se dejó envolver en las redes de la hamaca que colgaba de la viga central; Cerró los ojos y al instante quedó dormida. Soñó que veía delfines rosas. Y al despertar en su sofá se preguntó si en realidad existirían.


3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

..cuéntame un cuento y verás que contenta me voy a la cama y tengo lindos sueños..

9/25/2007  
Anonymous Anónimo said...

E perto dos golfinhos as piranhas chegan ate a cara e os macacos tiram do cabelo.
Beijo com saudades do Ariaú

9/26/2007  
Blogger Dreamer said...

yo quiero ver un delfín rosa por el Manzanares, por que a mi estas cosas no me pasan!!
sad faces...

9/30/2007  

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