sábado, enero 12, 2008

La tita Amalia

El recuerdo más antiguo que tengo suyo es una fotografía de cuando ella era joven. Pero el primer recuerdo que tengo de ella conmigo, es de cuando yo era pequeña y ella ya tenía la misma cara arrugada y siempre sonriente con la que quedará inmortalizada en mi corazón.

En el cuarto del fondo, en la última planta de la casa dormía yo los inviernos en el pueblo, y allí subía la tita a contarme cuentos. Hacía frío y yo me refugiaba de los sustos con esa excusa bajo cinco mantas. Yo le tenía miedo a la muñeca de Jácin, a la encantada, que según ella volaba por el pueblo de noche y aparecería en mi ventana. La tita me decía, cucha, eso son tonterías de la Jácin, para espantarme el tembleque, pero luego me contaba el cuento de Juan, que se convertía en piedra y me daba aún más miedo.

Lo que me daba miedo era la voz que llamaba a Juan… ¡Juan, Juan, Juan! Para que girase la cabeza mientras corría por los pasillos helados, entre columnas de mármol hacia la puerta… Mira que le advertían que no mirase para atrás porque se convertiría en estatua, sólo tenía que correr hacia adelante. Y cada vez que la tita me contaba el cuento, Juan volvía a dejarse vencer por la curiosidad y acababa tieso. Yo estaba convencida de que Juan era tonto.

Cuando fui un poco más mayor y nos fuimos a vivir a América, en verano siempre nos preguntaba por el otro mundo. Al llegar al pueblo lo primero era correr a casa de mi abuela, golpear el tocador muy fuerte y casi tropezar escaleras arriba hasta la cocina, donde me recibía la abuela con un abrazo. Lo segundo era bajar a ver a la tita. Y cuando yo llamaba por teléfono a la abuela, siempre le encargaba: y un beso para la tita.

La tita, que antes de acostarse se despedía con un: Me voy a buscar el paraguas.

Nada, historias de familia.

Que en la familia todos tenemos la enfermedad de la risa. Ella la sufría crónica y aguda. Qué divertida. Es por ella, yo creo, que me da la risa en misa. Ella tenía el valor añadido de sentarse en los primeros bancos. La admiro.

Qué suerte, tita, compartir la risa. Porque sufro también de ella… todos los días, y en su ruido de alegría te recordaré siempre.


3 Comments:

Blogger grex said...

Muy chulo.

1/13/2008  
Anonymous Anónimo said...

Estoy seguro de que habrá esbozado una amplia sonrisa desde donde quiera que te lea. Jueves!
Un bveso
Vicente

1/14/2008  
Anonymous Anónimo said...

Muchas gracias por tu recuerdo sobre mi abuela, sabes que ella te tenía mucho cariño. Mi madre te manda un beso y también te agradece que te acuerdes de ella.
Un abrazo, Silvi

1/14/2008  

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