Realista no, por favor
La guinda de mis vacaciones de verano fue la semana en Mallorca. Digo la guinda porque fueron los últimos días y porque mi verano había sido ya lo bastante relleno y jugoso. Además, me fui pensando en pasar unos días con una amiga y resultó que disfruté de unas vacaciones en familia.
“Aquí estamos todos locos,” me advirtieron al llegar. Y cuando ya me iba me preguntaron que qué tipo de crónica escribiría sobre el viaje. “Realista no, por favor,” y todos nos echamos a reír.
Y es que a diario tomábamos el sol rodeados de nudistas, y al mirar el horizonte solo veíamos pitos y tetas. Pero como siempre, uno se acostumbra a todo, y cuando cada día volvíamos a nuestro sitio ya reconocíamos a nuestros vecinos de toalla por sus traseros.
En el hotel alquilamos bicis y mi amiga se empotró contra un bordillo. Pasando por el campo de golf casi nos volaron la cabeza con una pelotita, y en las saunas me empezó a picar un ojo en reacción al vapor de la menta. También me cayeron cubos de agua helada repetidamente.
En los aperitivos comíamos aceitunas y chipirones, en una cena descubrí las mil y dos variedades de quesos que hay en el mundo, tomamos un Baileys de despedida... Y el detalle de las galletas. Pero es que entre medias había habido hasta un pase de modelos y la ensaimada rellena.
Debajo de la sombrilla yo cantaba mientras hacía castillos de arena. Hubo también visitas a pueblos mágicos, con casitas de piedra y ventanas de colores. Y durante todo el tiempo la vista no dejó de absorber azules y verdes, ni el oído de atrapar risas, ni el corazón de recibir cariño.
Esto aunque no quiera ser realista fue real. Así que gracias por esos días. Y por el molinillo de arcilla que me trae tantos recuerdos cada mañana.
“Aquí estamos todos locos,” me advirtieron al llegar. Y cuando ya me iba me preguntaron que qué tipo de crónica escribiría sobre el viaje. “Realista no, por favor,” y todos nos echamos a reír.
Y es que a diario tomábamos el sol rodeados de nudistas, y al mirar el horizonte solo veíamos pitos y tetas. Pero como siempre, uno se acostumbra a todo, y cuando cada día volvíamos a nuestro sitio ya reconocíamos a nuestros vecinos de toalla por sus traseros.
En el hotel alquilamos bicis y mi amiga se empotró contra un bordillo. Pasando por el campo de golf casi nos volaron la cabeza con una pelotita, y en las saunas me empezó a picar un ojo en reacción al vapor de la menta. También me cayeron cubos de agua helada repetidamente.
En los aperitivos comíamos aceitunas y chipirones, en una cena descubrí las mil y dos variedades de quesos que hay en el mundo, tomamos un Baileys de despedida... Y el detalle de las galletas. Pero es que entre medias había habido hasta un pase de modelos y la ensaimada rellena.
Debajo de la sombrilla yo cantaba mientras hacía castillos de arena. Hubo también visitas a pueblos mágicos, con casitas de piedra y ventanas de colores. Y durante todo el tiempo la vista no dejó de absorber azules y verdes, ni el oído de atrapar risas, ni el corazón de recibir cariño.
Esto aunque no quiera ser realista fue real. Así que gracias por esos días. Y por el molinillo de arcilla que me trae tantos recuerdos cada mañana.
1 Comments:
y las "mono"conversaciones nocturnas y los cerditos chillones??jeje! pero como tu bien dices, yo ya te avisé de que estábamos todos locos!! Fueron unos días muy divertidos que espero que se repitan muy prontitoo!
besitoos!
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